Hoy día muchos cargos,
especialmente institucionales, resultan ser un trampolín personal para quienes
los ostentan, y no está mal siempre que se demuestre la valía personal. En su
sentido más original la mayor responsabilidad de un cargo es la de
dignificarlo. Pero poco a poco se ha ido desvirtuando hasta el punto de que es
el cargo el que dignifica a la persona.
Son los hechos, como no puede ser
de otra forma, los que revelan la verdadera naturaleza de las personas. Tener
un cargo o un título no demuestra nada si no va seguido de los hechos y actos
que lo justifiquen.
Sí, el hecho de ser candidato a
un cargo significa la presunción de ciertos valores, que tal vez hayan sido
demostrados, pero como las circunstancias y la vida cambian hay que volver a
demostrar la valía supuesta o demostrada, pues es corre el riesgo de vivir de
las rentas.
Por Cástor y Pólux.
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