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lunes, 22 de julio de 2013

INTRODUCCIÓN. LAS EMOCIONES DE UN SUEÑO.

Ahí tenéis la misma fotografía de ayer, pero con su color original, tal como os dijimos. Y ahora nuestra especial introducción de hoy.

“Entró en el dormitorio, encendió el ventilador y se sentó frente a él a los pies de la cama, con la mirada fija y perdida en el suelo. Acababa de salir de la ducha y su cuerpo estaba desnudo y fresco.

Su mente bullía en un sin fin de ideas que iban y venían, que aparecían para luego desaparecer, y que le impedían centrarse en un pensamiento que llevaba rondándole todo el día, que se mostraba como algo vago pero que sabía respondía a un sentimiento muy profundo al que no quería dar la espalda.

La noche anterior un sueño le había trastornado el ánimo, había sentido emociones que creía dormidas e incluso perdidas en su interior. En los últimos años había incluso luchado por enterrar sentimientos de ese tipo, fuertes y vitales, de los que te hacen sentir vivo de forma especial, pero que también producen zozobra y desesperanza.

Y ahora, después de tanto tiempo, la emoción con la que se había despertado le hacía replantearse los principios por los que regía su vida, tan razonables y pensados, tan controlados y fiables. ¿Merecía la pena el camino que había elegido? Sintió su vida más vacía que de costumbre, el sentido se perdía frente a él. ‘Un sueño no puede hacerme esto’ – quería convencerse. Pero la verdad es que la emoción y el sentimiento habían tambaleado incomprensiblemente las sólidas bases racionales de su existencia.

Quería poner orden en sus pensamientos pero le costaba. Su mente estaba excitada, nerviosa, parecía querer recoger por su cuenta el testigo que la emoción del sueño había introducido en su ser. No quería volver a replantearse el sentido de todo pero entendió que estaba condenado a hacerlo.

Alzó la mirada y una lágrima recorrió su mejilla mientras se decía: ‘No quiero, no lo quiero, no quiero esto, ¿por qué no será mi mente simple y básica?, ¿por qué no se entretiene con el divertimento normal de la mayoría ?’.

Cansado ya de pensar se levantó, se vistió y se marchó del dormitorio hasta el salón. Allí estaban su mujer y sus dos hijos, viendo la televisión, entretenidos. Habría querido que sólo ellos fueran su vida, pero había algo más, algo que jamás podría revelar, un dolor del que no quería culpar a nadie, y por eso lo mejor era ocultarlo.

Se sentó junto a uno de sus hijos y empezó a ver la televisión, intentado hundir lo más profundamente posible esos sentimientos que le removían el alma. Su hijo le miró. Él le sonrió como pudo y volvió de nuevo la vista al televisor".

Por Cástor y Pólux.

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