El interés mueve montañas, y planetas enteros nos atreveríamos a decir. El interés es el verdadero motor de este mundo. Sólo lo que nos importa nos mueve a actuar. Aunque esa es una aseveración demasiado amplia.
El amor es interés por desear lo mejor para otro. Amamos porque nos sentimos bien amando, y ese "sentirnos bien" es nuestro interés. Amo porque me llena, me complace, luego voy buscando llenarme, complacerme, y ahí está de nuevo el interés.
Al interés particular (aunque en realidad no tiene por qué ser particular) se le llama egoísmo, palabra con demasiadas connotaciones negativas. Pero lo cierto es que el amor y el egoísmo se tocan en los extremos. Todo interés es egoísmo, incluido el amor, por que el amor a una persona es un interés "particular", es puro egoísmo.
El altruismo, es decir, el procurar el bien ajeno aún a costa del bien propio, existe porque obtenemos una satisfacción más allá de nuestro propio interés, es decir, nuestro interés está en el de los demás, lo no deja de ser una forma de interés propio, de egoísmo.
Ahora bien el egoísmo se convierte en algo negativo cuando al actuar por nuestro propio interés hacemos daño a los demás. Sólo en ese caso interés y egoísmo coinciden.
Tenemos el prejuicio de usar la palabra egoísmo como algo negativo a priori. La razón de ello va un poco más allá, y no nos interesa tratarlo ahora, pero tiene mucho que ver con el contenido con el que la religión ha llenado esa palabra.
Nosotros nos manifestamos abiertamente interesados y egoístas, como nuestra propia naturaleza nos ha impuesto. Otra cosa es el significado que cada uno quiera atribuirle a esas palabras.
Por Cástor y Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario