Así como la luz del sol se filtra a través de las ramas y las hojas de la copa del árbol de la fotografía de cabecera de hoy de nuestro blog, en este caso las pinochas que dan esa textura tan particular, así la realidad se filtra a través de nuestros sentidos hasta alcanzar su estatus particular en la dominadora mente que nos gobierna (¿o gobernamos?).
Nosotros no estamos seguros de lo que hay ahí fuera. Parece claro que nuestra imagen de la realidad es lo suficientemente ajustada a las leyes físicas que la gobiernan, pues si no, no podríamos manipularla ni actuar en ella. Pero incluso no sabemos la naturaleza de esas leyes, ni siquiera si son un sustrato "real" o la forma en que conoce nuestra mente, es decir, si es un hecho fundamental de la naturaleza o una construcción mental.
Algunos pensaréis que exageramos, que la ciencia demuestra la objetividad de las leyes. Somos defensores de la ciencia y sus beneficios, y de la forma de conocimiento que supone, pero no pondríamos la mano en el fuego por las razones que expliquen su "esencia" última (entrecomillamos la palabra esencia para vaciarla de todo contenido metafísico).
No conocemos las razones últimas, pero no las conocemos en relación a nada. Sabemos que aquí entramos en conflicto con la religión. Pero no es un tema que vayamos a tratar ahora, ya habrá tiempo. Simplemente nos quedaremos en la postura de que no conocemos las razones últimas de nada.
Por Cástor y Pólux.
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