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sábado, 27 de abril de 2013

ARTÍCULO. LA PALABRA GENTE.

"LA PALABRA GENTE"
Por Pólux (27/04/2013)


Hay una palabra, simple sencilla, de sólo cinco letras, cuyo significado todos conocemos, que siempre me ha llamado mucho la atención, y no por su significado, sino por su uso. Esa palabra es "GENTE".

Empecemos por ver los significados que le atribuye a esa palabra el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (RAE).

GENTE.
(Del lat. gens, gentis).
1. f. Pluralidad de personas.
2. f. Con respecto a quien manda, conjunto de quienes dependen de él.
3. f. Cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad. Gente del pueblo. Gente rica o de dinero.
4. f. coloq. familia ( grupo de personas que viven juntas). ¿Cómo está tu gente?
5. f. Am. persona ( individuo).
6. f. Am. Persona decente. Ser gente. Creerse gente. Hacerse gente.
7. f. desus. pueblo ( conjunto de personas de un lugar).
8. f. pl. desus. Entre los judíos, gentiles.
  
Gente: pluralidad de personas
Como puede apreciarse, todos los significados hacen alusión o a un conjunto de personas (1, 2, 3, 4, 7 y 8) o, particularmente, a una persona (5 y 6). Vamos a referirnos al significado más común como conjunto de personas. Podríamos, pues, aunar los distintos significados en lo que tienen de común, es decir, la referencia a un conjunto de personas, como pluralidad general (1) o como pluralidad sectorial (2, 3, 4, 7 y 8). La definición 1 es la más general y, dado ese carácter, contiene a las demás.

¿Y por qué me llama la atención esa palabra tan normal? Porque según yo lo entiendo tiene un uso real que no está recogido en las distintas acepciones mencionadas. Es un uso más bien derivado del carácter psicológico con el que en muchos casos se usa. Veamos tres ejemplos.

1- En una conversación varias personas hablan sobre un caso mediático que ha saltado a los periódicos, por ejemplo, el atropello de varias personas por un conductor a quien conocen directamente porque son amigos suyos. En la prensa ha salido la noticia y las personas en la calle hablan de cosas distintas, de que el conductor iba borracho, de que se le estropeó la dirección del automóvil, de que tuvo un desmayo momentáneo, etc. Uno de los que están en la conversación dice: "es que la gente habla sin saber".

2- Dos amigos hablando se quejan de que en las oficinas donde trabajan, sus compañeros se burlan de quien consideran más incapacitado, y les llaman tontos, torpes, inútiles … Un amigo le dice al otro: "la gente no tiene consideración con los demás".

3- Unos amigos hablan de la crisis y de que este año se quedarán sin ir a ningún lugar de vacaciones, pero hacen la observación de que conocen a personas que, a pesar de la merma económica, se irán por ahí de vacaciones aunque eso les suponga sacrificarse en otras cosas más importantes. Uno de los amigos comenta: “la gente prefiere gastar lo que no tiene a quedarse sin vacaciones”.

¿Qué tiene en común el uso de la palabra gente en estos tres ejemplos? En principio parece que se refieren al conjunto de las personas, conforme a la acepción 1 que antes vimos. Pero hay algo más. El uso de la palabra gente en esos ejemplos tiene un uso restrictivo o excluyente, pues gente no se refieren a toda la gente, sino a todos los demás menos yo. En el ejemplo 1, con la frase “es que la gente habla sin saber”, lo que en realidad quiere decirse es “los demás no saben de lo que hablan, pero yo sí”. En el ejemplo 2, con la frase "la gente no tiene consideración con los demás", lo que en realidad quiere decirse es “yo tengo consideración con los menos favorecidos y los demás no”. Y en el ejemplo 3, con la frase “la gente prefiere gastar lo que no tiene a quedarse sin vacaciones”, lo que en realidad quiere decirse es “yo hago bien quedándome sin ir al ningún sitio y los demás hacen mal haciendo lo contrario”.

Todos menos yo
Éste es el uso excluyente, tan frecuente y que no se recoge en las acepciones antes referidas: gente se refiere a todos los demás menos yo. Es una forma de hablar que afirma mi correcta forma de proceder frente a los que no tienen esa forma de proceder correcta, pero para ello usamos un término que abarca a todos los demás (lo cual no suele ser cierto, pues habrá más personas que actúen o piensen igual). En realidad se trata de un uso incorrecto de esa palabra, o más bien un uso figurado para recalcar que yo soy quien no se equivoca. En su lugar podríamos decir, “yo creo que …”, “a mí me parece que …”, “soy de la opinión de que …”, “conozco el tema y puedo afirmar que …”. Eso sería más realista y marcaría mi posición individual, pero psicológicamente es más fuerte no sólo marcar mi posición individual, sino hacerlo frente a todos los demás. Es usar una exageración para expresar mi opinión, es decir, es referir que yo tengo razón diciendo que todos los demás están equivocados.

Esta acepción va acorde con cierta necesidad psicológica muy común, que denota inseguridad frente a los demás, la del reconocimiento ajeno, la de sentirse el centro del mundo, la de suplir la falta de seguridad en uno mismo con ese reconocimiento ajeno. ¿Qué necesidad tengo de que los demás piensen buenas cosas de mí y me tengan en estima si yo ya sé como soy en realidad?: ninguna en ese caso. ¿A quién pretendo engañar? Del uso de la acepción que he referido no se colige directamente inseguridad en uno mismo, es obvio, pero sí se colige cierta necesidad inconsciente de anteponerse a los demás. ¿Y por qué nos queremos anteponer a los demás? Pues será porque tenemos necesidad de ello, y si necesitamos reafirmarnos frente a los demás es que nos falta esa afirmación propia ante nosotros mismos.

Por otro lado la “nueva” acepción referida puede servirnos para ejemplificar lo que sucede con el tema de la relación entre el lenguaje y la mente o el pensamiento. Nuestro pensamiento es, en cierta manera, presa de nuestro lenguaje, pues la complejidad y plasticidad de muchos pensamientos no tienen cabida en el contenido férreo, estricto y determinado de las palabras. Esta es una de las justificaciones de las licencias lingüísticas de que se vale la poesía. Sólo giros poco comunes y nada convencionales pueden añadir matices que expresen ciertos pensamientos, o al menos se acerquen más a ellos.

Al contrario también opera la relación mente-lenguaje. ¿Hasta qué punto podemos pensar aquello que no podemos expresar con palabras o con las ideas que subyacen o evocan esas palabras? Es algo parecido a lo que pasa con la realidad y la imaginación. Nuestra imaginación está limitada a la realidad que conocemos, por más ilusoria o fantástica que pudiera parecer. Por ejemplo, imagínese, querido lector de Obtentalia, la fantasía más extraña, absurda e incoherente que pueda, lo más alejada posible de la realidad. Y ahora piense en los distintos elementos que la componen. ¿Existe cada uno de éstos por separado en la realidad? Parece que sí. No podemos imaginar aquello de lo que no tenemos experiencia, pues por ello mismo no sabemos de su existencia. Y me podrían decir: “de la infinitud no tengo experiencia y la imagino”. No. Sólo tienen experiencia de la finitud y de que hay procesos que pueden durar o tardar millones de años, e incluso miles de millones de años. Por extensión podemos decir “me imagino un proceso que dura tanto que no acaba”. Piénsenlo bien. Al final acaban pensando en la infinitud como “algo”, y todo lo “algo” que conocemos es finito. Podemos nombrar la infinitud, pero no imaginarla realmente. Pues de forma parecida, con las palabras (elementos de la realidad) no podemos elaborar pensamientos (imaginación o fantasía) que no puedan se construidos con ellas. Aunque esto no deja de ser una tesis (a lo largo de la historia la filosofía del lenguaje ha propuesto varias respuestas a ese problema –mente/lenguaje-).

Si lenguaje y mente van tan íntimamente ligados, ¿qué función cumple el término gente? Tal vez ninguna, y sólo es un ejemplo más de cómo las palabras contraen el contenido mental más amplio que intenta abrirse paso con ellas. Tal vez sea el mismo caso que la poesía, que necesita añadir nuevos matices y significados a las palabras para poder expresar las ideas y los sentimientos.

Pero no quería hablar aquí de otro tema más que del curioso uso, según yo lo veo, de la palabra gente, si bien vemos que nos lleva con facilidad a otros muchos temas y disciplinas relacionados.

Para acabar propongo añadir una nueva acepción de la palabra GENTE: f. Con respecto a quien habla, todas las demás personas. Dicho coloquialmente, respecto a mí, el resto del mundo. Así vemos más claramente cómo con ese uso realmente nos tomamos a nosotros mismos como referencia del mundo.

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