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miércoles, 5 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. LA ILUSIÓN Y LA REALIDAD DE LA LOTERÍA.

  Ya corren por ahí los décimos de lotería, esperando cumplir muchos sueños como cada navidad. Cuando no conseguimos superar una situación económica más o menos angustiosa, o cuando simplemente queremos mejorar pero no encontramos los medios para ello, recurrimos a lo único que nos queda, el azar. Por poca que sea la probabilidad de que nos toque, ahí está. Se dice mucho eso de "a alguien le toca" como un argumento de peso para gastarnos lo poco que tenemos.

  Muchas veces es más probable que el esfuerzo dé frutos que un boleto salga premiado. Pero el esfuerzo es más difícil de realizar que comprar un número por algunos euros, aunque éstos sean escasos.

  La ilusión juega un gran papel en esa forma de entender la mejora económica. La ilusión en su doble sentido. Como engaño o apariencia, pues nos dejamos llevar por esa ínfima probabilidad que antes decíamos y basamos en ella nuestras perspectivas. Y como sueño o deseo, pues por poca que sea esa probabilidad está ahí y puede hacerse real.

  Nada malo hay en todo esto, tan sólo el pequeño empujón que después nos da la realidad para despejarnos de tanto sueño. Pero a eso ya estamos acostumbrados.

  Y algo de envidia también hay. El otro día observábamos a un grupo de amigos discutiendo si comprar o no lotería entre todos. Al principio ninguno quería, pues ya todos habían comprado por otro lado, pero al final uno dijo que sí y otro le secundó. Los demás reaccionaron rápido, "¿y si les toca a ellos y a nosotros no?", se preguntaron. Eso no puede ser. Finalmente decidieron comprar todos. Y nos preguntamos ¿por qué ha pasado eso? En el fondo uno no se siente alegre porque le toque al otro (aunque en algunos caso así será), sino desgraciado por no ser el afortunado. Eso connota algo de envidia, de desear lo que puede tener el otro. Pero tampoco nada malo hay en ello. No creemos que sea censurable. Es un sentimiento muy humano. Lo malo sería que la envidia nos moviese a actuar en su nombre contra otros. Pero en este caso sólo actuamos a nuestro favor. Si les toca a ellos a nosotros también.

  Suele decirse "que haya suerte para todos", pero eso es imposible, y nosotros no desearemos lo que no puede ser, así que suerte para algunos, y si entre esos hay quien de verdad lo necesita, mejor que mejor, aunque el azar no entiende de necesidades. 

Por Cástor y Pólux.

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