Seguimos instalados en nuestra atalaya. Al menos pasaremos lo que queda de otoño, el invierno y parte de la primavera.
La soledad es una compañera más en nuestra travesía por la vida. Para que no se torne tristeza hemos de compartir el tránsito, aunque sea con nosotros mismos. A veces podemos llegar a ser nuestra mejor compañía. Para ello necesitamos un mínimo de honestidad y sinceridad, pues ya sabemos que el autoengaño es el más fácil de los engaños.
Nuestros mayores suelen temer mucho la soledad, suponemos que porque la ven desde una perspectiva privilegiada, desnuda, sin tapujos, sin la retórica con la que solemos vestir la mayoría de las cosas. La temen porque a ciertas edades parece ser muy difícil compartir nada. ¿Quién va a comprender lo que se necesita toda una vida para comprender?
Por Cástor y Pólux.
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