¿Cómo nos sentiríamos si un día
descubrimos (nos percatamos) que muchas de nuestras ideas y pensamientos,
muchos de los principios por los que regimos nuestra vida y por los que medimos
a los demás, no son más que el producto de una alteración psicológica, o de un
análisis basado en una experiencia anímica consecuencia de una modificación
patológica del propio ánimo? Y no me refiero a enfermedades graves. ¿Y si fuera
que no creo en la bondad del hombre porque no me he topado con hombres
bondadosos o porque no sé ver la bondad en los hombres? ¿Y si fuera que nuestro
pensamiento y nuestras ideas dependen en gran medida de causas y agentes ajenos
a nosotros mismos y no nos damos cuenta? Si eso fuera así y un día lo
descubriéramos, ¿qué pensaríamos de la vida y de los principios por los que nos
regimos? Seguramente pensaríamos que no mandamos en la vida y que no decidimos
la mayoría de las cosas que nos pasan. Tal vez quien piense lo contrario es
porque tiene la sensación de que puede hacer lo que quiere y mandar en su vida.
Y esa sensación, ¿es real o es fruto de una alteración de la que no somos
conscientes? En definitiva, ¿cómo podemos saber dónde está el origen de
nuestros pensamientos?
El calor vuelve a apretar por el sur. Nosotros lo combatimos bajo el techado de nuestra atalaya con unas gorritas, un pay-pay, algo de brisa marina y... una buena cervecita fresca.
La foto de hoy está hecha desde nuestra atalaya, para que os hagáis una idea de dónde estamos (si aquí no corre la brisa, ¿dónde lo va a hacer?). En nuestra atalaya tenemos todo lo que necesitamos, mar, playa, acantilado, cielo y tierra ..., y bueno, una cervecita. ¡Ya puede acabarse el mundo para nosotros!
La foto de hoy está hecha desde nuestra atalaya, para que os hagáis una idea de dónde estamos (si aquí no corre la brisa, ¿dónde lo va a hacer?). En nuestra atalaya tenemos todo lo que necesitamos, mar, playa, acantilado, cielo y tierra ..., y bueno, una cervecita. ¡Ya puede acabarse el mundo para nosotros!
Por Cástor y Pólux.
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