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domingo, 29 de julio de 2012

LA CASA DE MIS PADRES O MI CASA, por Helena de Troya y Pólux.

LA CASA DE MIS PADRES O MI CASA.
Por Helena de Troya y Pólux.

Cuando somos niños la casa de los padres no es diferente de nuestra casa. Es nuestro lugar natural. En ella pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. Nos ofrece calor, protección. La casa es de todos, de nuestros padres, nuestros hermanos y de nosotros mismos. Y dentro de ellas hacemos propiamente nuestros, de nuestra propiedad, el dormitorio, la cama, la parte del armario y los cajones que nos asignan, la silla, la ropa, los juguetes, los libros, los lápices, los discos, etc. Pero cuando crecemos oímos decir a nuestros padres que la casa es suya. Es muy cierto. Ellos la han comprado y la han pagado con el sudor de su frente. Y todas las cosas que hay en la casa son suyas. Es cierto. Pero la agenda o el diario que guardamos en el cajón del mueble del dormitorio de la casa propiedad de nuestros padres, es nuestro. Y queremos total privacidad individual para nosotros, para nuestro diario. Igual ocurre con la ropa interior aunque te la hayan comprado tus padres.

También se nos recuerda que la casa es de nuestros padres a la hora de volver a ella después de salir con los amigos. “Mientras estés bajo mi techo harás lo que yo te diga y todo lo que hay en ella es mío, así que tengo derecho a mirar en los cajones aunque tú pienses que son tuyos”, ésta es la frase que nos hace darnos cuenta de que la casa no es nuestra, sino de nuestros padres. Y que nosotros no tenemos nada hasta que no podemos conseguirlo por nosotros mismos. Una buena lección de individualismo. Y así la casa de nuestros padres se convierte en la casa a la que vamos de visita y nada más.

Los padres, aunque algunos no lo crean, tienen obligaciones para con los hijos, no sólo morales, si no ya puramente civiles. Ahí está el Código Civil por si algún padre quiere leerlo. Y si todos somos personas, ¿por qué no nos respetan como tales? Estamos en sus casas, ¿y por qué creen que eso les da derecho a hurgar en nuestra intimidad? Los padres no hacen eso. Lo hacen las personas vacías, que además son padres. ¿Por qué si no esa manera de anular a un hijo diciéndole que no es su casa, que su ropa tampoco es suya, que ni siquiera su intimidad lo es? El respeto es un principio fundamental que nos cimienta como personas, independientemente de las obligaciones que podamos tener unas hacia otras, y el hecho de que unos padres sean incapaces de atender esa obligación para con un hijo significa que ha fracasado como padre, y antes que eso, aún peor, que ha fracasado como persona.

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