De vez en cuando suelo hablar de algo obvio, a lo que pareciera innecesario referirse, pero ya sabéis lo que pienso, lo obvio, por obvio, suele olvidarse.
Lo obvio a que me refiero hoy es un principio vital y psicológico básico, y es que cuando nos enfadamos no nos enfada nadie, aunque eso creamos, nos enfadamos nosotros mismos, y los problemas que tengo con los demás son mis problemas, no los de los demás.
Tenemos una fuerte tendencia a culpar de todos nuestros problemas a los demás, pero aún siendo cierto que el otro sea un impresentable y me busque las cosquillas, el problema lo tengo yo y he de resolverlo yo en tanto que soy yo quien lo va a sufrir.
¿Por qué un día aguanto estoicamente los desplantes de otros y otro día no paso ni una? Por que mi enfado depende de mi humor. Los otros podrán darme motivos, pero si no quiero enfadarme no me enfado.
A pesar de ser una obviedad lo olvidamos con facilidad, y hasta en muchos casos ni siquiera se reconoce que eso sea así. Quien tenga dudas sobre ello que vaya a un psicólogo y le pregunte.
Por Pólux.
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