Si pensáramos las cosas antes de decirlas seguramente hablaríamos muy poco. Pero sobre todo evitaríamos decir obviedades y tonterías varias, yo el primero, que todos los días pretendo decir algo.
Callar es una virtud porque hablar se ha convertido en un defecto. Es que muchas veces nos cuentan algo y cuando han acabado nos lo vuelven a contar, y en ocasiones nos lo cuentan una tercera vez. Insufrible. Y encima hemos de ir con tiento para cortarles y que no se repitan. ¡ Con lo que cansa hablar ... !
Por la boca muere el pez.
Por Pólux.
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