Nos mostramos ufanos cuando referimos el paso de lo analógico a lo digital y los logros obtenidos en este último campo, como si una nueva era, más perfecta y útil estuviera ya a nuestro servicio.
Cierto es que los adelantos tecnológicos derivados del campo digital son de gran ayuda, pero no lo es menos que nuestra dependencia de él dista aún mucho de la perfección y utilidad que se le atribuyen. Me refiero a la realidad del día a día.
Poco me sirve el mundo digital si se corta la electricidad, se estropea el servidos del que dependo, se bloquea mi ordenador o no funciona correctamente el sistema operativo. De todos es conocida la lentificación y la falta de operatividad de cualquier ordenador después de algún tiempo de uso y de haber instalado muchos programas.
De nada sirve la técnica y el progreso si no es fiable. Qué frustrante ponerte delante del ordenador y que de pronto algo deje de funcionar. Errores de uso, de programación, de compatibilidad, de un sistema operativo no totalmente depurado..., me da igual. Es como mandar un hombre a la Luna, de nada sirve tener una nave capaz de llevarle si a mitad de camino tiene un fallo en cualquier sistema, o como tener un novedoso teléfono inteligente capaz de hacer de todo pero que no tiene cobertura en el momento en el que necesito hacer una llamada.
Reivindico la tecnología y la era digital, pero también reivindico que algo no se está haciendo bien y ha de hacerse. Nos acostumbramos a ir tirando cuando se podía estar mejor. Cierto es que aún estamos al comienzo de la era digital, pero mal camino llevamos si nos conformamos con cualquier sendero que la producción tecnológica nos imponga, movida más su rentabilidad que por su eficacia y fiabilidad.
Por Pólux.
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