Común. Somos lo común y nos atrae y valoramos lo especial y diferente.
La gran mayoría de nuestros políticos, digamos que una mayoría absoluta, son tan comunes como nosotros, por más que deseemos que sean especiales, sobre todo para que tengan la capacidad de dirigir y arreglar la vida del país. Si yo no soy capaz de solucionar un problema, me gustaría tener a mi lado a alguien capacitado que me ayudara a resolverlo. Eso es lo que yo espero de los políticos.
Pero es difícil saber quien es especial y está más capacitado. Podemos equivocarnos en la elección. Ahora bien, una vez que un político ha demostrado manifiestamente su ser común y su incompetencia o imposibilidad para arreglar los problemas que se le encomiendan, resulta una incongruencia volverlo a votar. La cuestión no es tan simple, pues muchas veces no hay alternativa. Todo esto demuestra que nuestro sistema político (elección de políticos, sistema electoral, etc.) deja mucho que desear, a pesar de lo cual, y aún tras haberlo manifestado abiertamente en algún caso, ningún partido que llega al poder lo cambia. Por algo será.
Y ahora a votar otra vez, a perpetuar el sistema que parece no agradar a nadie, pero que nadie piensa realmente en cambiar, empezando por nosotros mismos, cuando no ejercemos nuestro derecho al voto, aunque sea para penalizar si es lo que queremos. Y es que la mayoría somos comunes y no entendemos la especialidad que puede suponer un voto, un sólo voto. Pero hasta ahí llega la grandeza de nuestra libertad, podemos no ejercerla.
Por Pólux.
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