De nuevo ese impulso. Casi imperceptible al principio, se convierte en férreo deseo que trastorna la voluntad. Se desvanece, más como una táctica de nuevo asalto futuro que como verdadero quebranto de su naturaleza, para acrecentarse cuando cree ser más efectiva su presión.
Miro a otro lado y me contengo, me contengo todo lo que puedo, en la certeza de tener perdida la batalla. El impuso, enajenado de mí, me mira de frente, a los ojos y me desafía con el desprecio de quien se sabe vencedor.
Temo a mañana, a perder la compostura en esta lucha perdida...
Por Pólux.
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