Es curioso. Algunas personas necesitan creer en lo que sea. Dios, los Santos, la bondad, el destino, el hombre, etc, y otras no necesitan creer en nada.
No sé si no necesitar creer en nada es sinónimo de necesitar creer en nada. Al fin y al cabo es lo mismo no necesitar que necesitar no necesitar, salvo que queramos introducir matices más bien personales y subjetivos.
Lo que para uno es blanco para otro es negro. Pero lo realmente curioso no es ese hecho en sí de la diferente, hasta opuesta, forma de ver las cosas, sino que siendo ello un principio tan elemental y obvio, que podemos observar de forma clara y destacada, nos empeñemos en obrar de forma contraria a él.
Nos encanta opinar y decirle a los demás lo que han de hacer, incluso, sobre todo, cuando nadie nos ha pedido la opinión, y saltándonos ese elemental principio nos entregamos con ahínco a esa opinión, cuando no al chismorreo, la habladuría, el cotilleo, el comadreo o la murmuración, cayendo con facilidad en el prejuicio.
Lo curioso es la debilidad mental que mostramos por hacer algo que sabemos que es inútil. Alguna compensación mental habrá. Y es que la opinión y el chismorreo nos permiten entrar en el mundo de la vida de otra persona y poder decidir sin que ello tenga consecuencias para nosotros. No deja de ser un acto morboso que satisface nuestros más bajos instintos, algo que también es muy necesario.
Por Pólux.
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