La libertad debe ser un valor irrenunciable, un preciado bien necesario para el mejor y más integral desarrollo de la persona.
Pero la libertad no se contrae a la libertad política, o a poder hacer lo que uno quiera (con las limitaciones inherentes que esto conlleva).
La libertad que más puede ayudarnos o encarcelarnos es nuestra libertad interior, aquella que nosotros mismos seamos capaces de darnos, precisamente la que no podemos exigir a los demás y la que, a pesar de nuestra voluntad, no siempre sabemos vivir por nosotros mismos.
Son tantas las cosas que nuestro orgullo, nuestra ideología, nuestra personalidad, nuestras limitaciones o nuestro desconocimiento antepone a nuestra libertad... Si pudiésemos liberarnos de nuestras limitaciones autoimpuestas.
El orgullo, el odio o la venganza suelen estar con mayor propensión tras la ceguera que nos impide liberarnos de tantos lastres que limitan nuestra libertad. Hay a quien le merece la pena estar toda su vida en una lucha constante contra otros porque cree que sus razonas son muy poderosas. Pero nada debiera merecer tal lucha. Es más nuestra personalidad que nuestra voluntad la que se impone. Al final vivimos presas de nuestras limitaciones aún sin reconocerlas, requiriéndole a los demás la libertad que nos merecemos, pero incapaces de otorgárnosla nosotros mismos.
Por Pólux.
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