Cada momento en la vida tiene su propia forma de afrontar la Navidad, en realidad como sucede con todo.
Los niños desean juguetes, los jóvenes diversión, los adultos pasar un buen rato en buena compañía, los mayores agradar y ser agradados, y los ancianos que pase cuanto antes para dejar de recordar.
No deja de ser un tópico lo del párrafo anterior, pero también tiene mucho de realidad. Cada momento en la vida tiene su propia perspectiva y tan sólo pasándolos todos se tiene la perspectiva más amplia.
Por eso el niño está ajeno a la vida de los adultos (su perspectiva es la más corta, su entorno inmediato), el joven cree que los adultos no le entienden (y cuando es adulto acaba entendiendo el por qué), el adulto suele ser sobreprotector con sus hijos (sabe por lo que tienen que pasar) y el más mayor... no sé el más mayor, aún no he llegado a esa perspectiva. Lo que sé es que los mayores suelen hablar mucho, demasiado para el parecer de los demás, que el conocimiento que su más completa perspectiva les da es prácticamente ignorado por todos, y que mientras más realista, sensato y ecuánime es, más calla, salvo que le pregunten y depende de la pregunta.
El anciano fue niño, joven y adulto, el joven sólo niño, y el adulto niño y joven. Cuatro perspectivas que se contienen y que tan sólo se comprenden de arriba a abajo (el adulto entiende al joven porque lo ha sido, y el mayor a ambos, pues ambos ha sido), y rara, muy rara vez, de abajo a arriba (ni el niño ni el joven entienden al adulto).
Vuelvo a lo del tópico. Las cosas no suceden ni se explican con la facilidad con la que lo acabo de hacer yo ahora. Pero tal vez nos sirva para pensar qué entendemos de otros y qué creemos que otros no entienden de nosotros desde la perspectiva de la edad.
El tren llegó esta mañana temprano y aquí me tenéis. Fue lo prometido ayer y todos los días. Mi estación le está esperando, si mañana vuelve estaré de nuevo aquí. ¿Y ustedes?
Por eso el niño está ajeno a la vida de los adultos (su perspectiva es la más corta, su entorno inmediato), el joven cree que los adultos no le entienden (y cuando es adulto acaba entendiendo el por qué), el adulto suele ser sobreprotector con sus hijos (sabe por lo que tienen que pasar) y el más mayor... no sé el más mayor, aún no he llegado a esa perspectiva. Lo que sé es que los mayores suelen hablar mucho, demasiado para el parecer de los demás, que el conocimiento que su más completa perspectiva les da es prácticamente ignorado por todos, y que mientras más realista, sensato y ecuánime es, más calla, salvo que le pregunten y depende de la pregunta.
El anciano fue niño, joven y adulto, el joven sólo niño, y el adulto niño y joven. Cuatro perspectivas que se contienen y que tan sólo se comprenden de arriba a abajo (el adulto entiende al joven porque lo ha sido, y el mayor a ambos, pues ambos ha sido), y rara, muy rara vez, de abajo a arriba (ni el niño ni el joven entienden al adulto).
Vuelvo a lo del tópico. Las cosas no suceden ni se explican con la facilidad con la que lo acabo de hacer yo ahora. Pero tal vez nos sirva para pensar qué entendemos de otros y qué creemos que otros no entienden de nosotros desde la perspectiva de la edad.
El tren llegó esta mañana temprano y aquí me tenéis. Fue lo prometido ayer y todos los días. Mi estación le está esperando, si mañana vuelve estaré de nuevo aquí. ¿Y ustedes?
Por Pólux.
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