Hoy es Navidad.
Época de alegrías y de tristezas también. Toda fiesta es, por definición, motivo de alegría, pero las fiestas navideñas tienen unas connotaciones familiares que mueven especialmente al recuerdo de los que no están y de los que se fueron para siempre, y al sentimiento de tristeza que ello implica.
Los más mayores entienden bien de esa tristeza, pues sus pérdidas, desgraciadamente, son numerosas y cercanas. Pero también tienen la capacidad, aprendida a golpe de realidad, de poner una sonrisa allá donde saben que más se necesita.
¡ Cuánto tenemos que aprender de nuestros mayores ! Y cuánto cuesta a veces reconocerlo. Sus consejos, normalmente incómodos, son los más acertados, pues compendian una experiencia de la que aún carecemos los demás.
Recuerdo los consejos de mi padre... Lo que más me gusta ahora de esos consejos no es la enseñanza que puedan contener, que valoro por supuesto, sino sentir su deseo de darme algo útil para la vida, algo que me sirviera como le sirvió a él.
Mi padre se fue definitivamente y es cierto que en estas fechas le recuerdo más. Pero mi madre sigue aquí con nosotros, tras una vida de desvelos, como suelen ser la vida de una madre, y con la peor parte ante la muerte, la de sobrevivir a ella y mantener el recuerdo por todos los que se fueron para siempre. Y en su reconocimiento, y con todo mi cariño, a ella dedico esta entrada navideña.
Época de alegrías y de tristezas también. Toda fiesta es, por definición, motivo de alegría, pero las fiestas navideñas tienen unas connotaciones familiares que mueven especialmente al recuerdo de los que no están y de los que se fueron para siempre, y al sentimiento de tristeza que ello implica.
Los más mayores entienden bien de esa tristeza, pues sus pérdidas, desgraciadamente, son numerosas y cercanas. Pero también tienen la capacidad, aprendida a golpe de realidad, de poner una sonrisa allá donde saben que más se necesita.
¡ Cuánto tenemos que aprender de nuestros mayores ! Y cuánto cuesta a veces reconocerlo. Sus consejos, normalmente incómodos, son los más acertados, pues compendian una experiencia de la que aún carecemos los demás.
Recuerdo los consejos de mi padre... Lo que más me gusta ahora de esos consejos no es la enseñanza que puedan contener, que valoro por supuesto, sino sentir su deseo de darme algo útil para la vida, algo que me sirviera como le sirvió a él.
Mi padre se fue definitivamente y es cierto que en estas fechas le recuerdo más. Pero mi madre sigue aquí con nosotros, tras una vida de desvelos, como suelen ser la vida de una madre, y con la peor parte ante la muerte, la de sobrevivir a ella y mantener el recuerdo por todos los que se fueron para siempre. Y en su reconocimiento, y con todo mi cariño, a ella dedico esta entrada navideña.
Por Pólux.
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