Nos sumamos desde aquí al dolor causado por los atentados perpetrados en París por ese grupo terrorista autodenominado Estado Islámico.
Ese grupo yihaidsta, con raíces cercanas a Al Qaeda, no es más que un nido de desencantados, cuya debilidad psicológica nutre sus filas, y que tiene por objetivo a Occidente, por eso el ataque a París lo ha sido a todos nosotros.
Nada, absolutamente nada, justifica la muerte de personas, y menos las ideologías, sean del tipo que sean. Una verdadera ideología ha de creer en el poder de la razón, lo que la hace incompatible con la violencia. Cosa distinta es que un grupo de radicales, cuyo objetivo es imponerse dictatorialmente por la fuerza, quiera justificar su barbarie vistiéndola con una ideología hecha a medida.
Aquí y en cualquier lugar del mundo la libertad y el respeto son pilares básicos para la convivencia, y no hay excusas para contradecir eso.
Salvando las distancias, y a pesar de las diferencias, el Estado Islámico me recuerda cada vez más al nacionalsocialismo que gobernó la Alemania hitleriana, intolerante, extremista, totalitario y dispuesto a usar la fuerza hasta donde fuese necesario para conseguir sus objetivos. No hay ideas detrás de la barbarie, tan sólo mercenarios desencantados que en otras circunstancias serían inadaptados o psicópatas, y que en ese ambiente pueden dar rienda suelta a sus apetencias insatisfechas.
Nuestro deseo de libertad es más fuerte que la violencia terrorista, porque es legítimo y se basa en el respeto.
Esos terroristas ni son un Estado, ni son Isalámicos. Son ante todo violentos y asesinos, y así lo demuestran una y otro vez. No tienen más que su propia locura.
Por Pólux.
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