Ayer viernes tuve que ausentarme de la atalaya para ir a la gran ciudad. Utilicé el tren de cercanías por la comodidad que supone no tener que coger el automóvil. ¿Pero qué me encontré? Una de esas huelgas en la que nos toman a los usuarios como rehenes. Y no es la primera ni la segunda.
Había huelga de RENFE (o de ADIF o de los maquinistas o de los operarios, qué más me da, para mí al final es lo mismo pues nunca sé ni quién reivindica ni el qué). Una de esas Huelgas que anuncian con un cartelito de servicios mínimos, un papel más entre la maraña de horarios de cercanías y anuncios varios colocados en el panel correspondiente. Así de bien anunciada estaría que los que estábamos esa mañana en la estación nos enteramos porque alguien preguntó en la ventanilla, ajeno a lo que sucedía, cuál era la vía por la que saldría el tren de las 06:35 horas. La mujer de la ventanilla le contestó que ese tren no salía pues había huelga, y así nos enteramos.
La RENFE nos tiene acostumbrados a eso, a hacer huelgas medio encubiertas para conseguir sus objetivos. Consecuencia también de los monopolios, que aunque vestidos de competencia, monopolios son.
Y los usuarios no es que se fastidien, es que llegan tarde al trabajo, con las consecuencias que ello tiene en muchos casos (todo el mundo no es funcionario), a sus citas con el médico, a gestiones que tendrán que hacer otro día del que alguno no dispondrán y un largo etcétera.
¿Falta de respeto, trato con desprecio? No les quepa duda. Además, por lo que cuesta un billete de cercanías, a todas luces excesivo, se podían incluir los avisos de Huelga al móvil, integrados en una aplicación de esas tan de moda hoy.
No se puede hacer peor. Pero da igual, aquí nadie tiene responsabilidad por nada, y por lo visto ni falta que hace.
Por Pólux.
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