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miércoles, 5 de agosto de 2015

COTILLEOS.


Se ha dicho muchas veces que el cotilleo es el deporte nacional. Es un tópico, sí, pero también es una realidad. No sé si en otros países o culturas sucede con la misma intensidad que aquí, pero lo que sí sé es que nosotros parece que llevamos el cotilleo en la sangre. Preferimos quedarnos sin comer antes que perdernos un buen cotilleo.

Hace algún tiempo estaba con una pandilla de amigos. Éramos diez creo recordar. Nos veíamos habitualmente y aquel día se me acercaron tres personas distintas a contarme el mismo cotilleo, con el promesa, por supuesto, de que no se lo contara a nadie, es decir, de no hacer lo que ellos estaban haciendo. Se trataba de que otro amigo que ese día no había podido asistir a la reunión, iba a irse de viaje a no sé dónde con una "amiguita" a la que también conocíamos.

Uno de los tres que me lo contó me reveló quién se lo había contado a su vez a él, que era otro de los asistentes a la reunión. Es decir, de los diez que estábamos, cinco personas al menos sabían el cotilleo que no se podía contar, los tres que me lo contaron, la persona que uno de ellos me refirió, y yo mismo.

La mitad de los asistentes, que yo supiera, sabía el cotilleo del que hacían mucho hincapié no se podía contar a nadie. Me imagino que al final de la reunión lo sabrían todos. Apostaría a que sí.

Para que algo no se sepa lo mejor es no contarlo a nadie. Pero generalmente ni siquiera al que le sucede puede aguantar sin contárselo a alguien.

Por Pólux.


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