De nada valen las intenciones sin los hechos que las demuestren. Es otro principio básico y evidente de la vida.
Hasta el refranero lo recoge cuando dice "hechos son amores y no buenas razones", o "del dicho al hecho va un gran trecho". Sin embargo no sólo hablamos y hablamos sin parar, como si ello fuese importante, sino que valoramos lo que unos nos dicen de otros. ¿Y los hechos?, ¿dónde dejamos lo verdaderamente importante?, ¿cómo nos atrevemos a juzgar sin conocer de primera mano los hechos?
Y es que hablar es tan fácil que cualquiera lo hace. Lo difícil es callar, y más cuando el silencio se suele valorar negativamente, como si de una falta de criterio se tratara.
Por Pólux.
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