Por fin, aprovechando estos días de fiesta, he podido volver a la atalaya. Sin duda volver aquí siempre rompe la monotonía vital y racional que nos atenaza, pues no sólo los repetitivos quehaceres diarios resultan rutinarios, sino también la forma en que acabamos pensando y afrontado los hechos.
La atalaya expande la vista y el espíritu y templa el deseo, todo tan necesario...
Anteanoche, en la atalaya, me desperté a las cinco de la mañana. Miré el cielo y el espectáculo fue impresionante. Pocas veces he visto el cielo con tal transparencia y las estrellas brillando con tal fulgor. Apenas se distinguían las constelaciones de la cantidad de estrellas de fondo que podían observarse. Un espectáculo maravilloso que me regaló la noche y la atalaya, fuente de inspiración para más preguntas que respuestas.
Anteanoche, en la atalaya, me desperté a las cinco de la mañana. Miré el cielo y el espectáculo fue impresionante. Pocas veces he visto el cielo con tal transparencia y las estrellas brillando con tal fulgor. Apenas se distinguían las constelaciones de la cantidad de estrellas de fondo que podían observarse. Un espectáculo maravilloso que me regaló la noche y la atalaya, fuente de inspiración para más preguntas que respuestas.
Por Pólux.
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