No hay hecho más materialista (es un decir, seguro que lo hay) que jugar a la lotería (o cualquier otro juego de azar), es decir ganar mucho dinero al azar a cambio de perder una pequeña suma. Y el dinero es sinónimo de poder social. Queremos el dinero para nosotros, para vivir mejor y sentirnos más poderosos. Es un hecho, somos así, aunque no sé por qué no queremos aceptarlo.
Pero la publicidad nos vende ese hecho materialista como todo lo contrario, un acto de solidaridad y amor a los demás, y lo hace a través de ese anuncio en el que el dueño de un bar guarda un boleto premiado a uno de sus clientes, que no ha jugado. ¡Menudo detalle! Eso es solidaridad y lo demás es cuento.
Ahora bien, ¿cuántas personas jugarían a la lotería si el premio fuera destinado solamente a alguien que realmente lo necesitara?
Si somos materialista, somos materialistas, ya está, y no pasa nada. Pero no querer admitirlo habla mal de nosotros, parece que nos avergonzáramos de ello. Podemos ser materialistas y otras cosas también, solidarios por ejemplo, en ocasiones, en mayor o menos grado, buenos amantes, respetuosos y condescendientes con los demás, no sé, tantas otras cosas... (nuestro materialismo no tiene por qué ser desbocado, extremo y beligerante).
Somos lo que somos, y a los hechos me remito. Negarlo es no admitir la realidad, y eso es peor que ser materialista.
Por Pólux.
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