Toc, toc, toc. Espero un momento, abro la puerta y me asomo. Veo un espacio oscuro que se pierde más allá de hasta donde alcanza mi vista. No hay detalles, aunque eso, en sí mismo, es ya un detalle.
Me adentro y una extraña sensación me invade. Las condiciones físicas en las que me muevo habitualmente parecen haber cambiado, especialmente la gravedad. Rápidamente advierto que me he adentrado en ese espacio oscuro, hasta el punto de perder la referencia de la puerta abierta por la que había entrado. Perdido, vago por el espacio.
Perdida ya la esperanza de salir de allí, me topo con otra puerta. Me acerco a ella. Toc, toc, toc. Espero un momento, la abro y me asomo. Veo una extraña forma vertical, a modo de singularidad espacio-temporal. No sé si sobreviviré al atravesar su horizonte de sucesos (término usado en relatividad general para referirse a una frontera del espacio-tiempo, caracterizada porque los eventos a un lado de ella no pueden afectar a un observador al otro lado, como sucede, por ejemplo, en los agujeros negros). Pienso en volver al anterior espacio oscuro, pero no sé si haber encontrado esta nueva puerta es un suceso habitual o extraordinario, pues sólo dispongo del conocimiento de ese sólo suceso (encontrar la puerta). Si es algo habitual podré encontrar otra puerta con menos riesgo que la singularidad que tengo frente a mí, pero si no lo es, vagaré perdido por dicho espacio oscuro. Tiendo a pensar que si encontré una puerta en ese espacio es porque no debe ser un suceso extraordinario, pero nada me garantiza que así sea.
Finalmente decido adentrarme en el horizonte de sucesos. Entro y [...]
A veces, no está nada clara la diferencia entre la interpretación científica y la religiosa, y en lo ignoto se confunden.
Finalmente decido adentrarme en el horizonte de sucesos. Entro y [...]
A veces, no está nada clara la diferencia entre la interpretación científica y la religiosa, y en lo ignoto se confunden.
Por Pólux.
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