MANIPULAR VOLUNTADES.
Por Pólux (02/11/2014).
El
poder de la imagen en la publicidad va más allá de lo evidente. Incluso a
veces, como en el caso de algunos productos de limpieza o productos bancarios,
contradicen lo evidente. Da igual, ya lo dice el refrán, “difama, que algo
queda”. La empresa busca que su marca se asocie a una imagen positiva, tenga o
no que ver con la realidad del producto que hay bajo esa marca. Es mejor
siempre encontrar alguna relación, por remota que sea. Eso lo hará todo más
creíble, pero no es necesario.
Nunca
mezclarías en el mismo lavado un jersey rojo con unos calcetines blancos. Un
anuncio dice que sí, que se acabó eso tan antiguo e innecesario de separar la
ropa. Todos sabemos que eso no es así, tanto el empresario, como el publicista
y el público. Pero se dice. Tal vez quede algo en nuestro subconsciente que revele
cierta preferencia a la hora de elegir ese producto. Tal vez sea mentira, pero
tal vez no sea malo, tal vez, bajo la exageración de la publicidad está el
convencimiento del empresario en la calidad de su producto. La complejidad de
la mente no nos deja comprender y explicar los procesos que en ella acontecen,
pero podemos observarla y estudiar sus respuestas. Y es este estudio el que nos
muestra que la influencia que la publicidad ejerce en nuestra mente es real.
Sabes
que las explotaciones petrolíferas que abastecen de gas y petróleo no son,
porque no pueden serlo, respetuosas con el medio ambiento. Pero hay por ahí un
anuncio de una empresa de ese ramo, cuya imagen pretende ser esa, la de
respetar la naturaleza.
Pareciera
que nos tratan como niños chicos, a los que se dice lo contrario de lo evidente
para engañarlos. A nosotros no nos engañan, pero siembran en nuestra mente una
semilla que en algunos casos, si no en muchos, germinará.
Voy a
poner un ejemplo más cotidiano, donde la publicidad no está tan
profesionalizada, pero cuyo rendimiento y efectividad no es menos dado que se
rige por los mismos principios, que es al fin y al cabo lo que importa.
En la
frutería de muchos supermercados han puesto guantes de plástico para manipular
la fruta. No sólo eso. Además, si cojo algo sin los guantes se me acerca
rápidamente un empleado con ellos y me insta a que me los ponga. Al principio
me resultaba chocante. ¿Qué pretenden?, ¿mantener la salubridad de la fruta? Pero
si muchas veces alguna fruta y algunas hortalizas están sucias y llenas de
tierra. Será para que no nos manchemos las manos. Sin embargo, constantemente
estamos tocando cosas en el supermercado y no nos obligan a usar guantes.
Tocamos las latas, los carros…, en fin, casi todo.
Después,
cuando advertí que no podía haber una razón de salubridad tras el gesto de los guantes, entendí que se trataba de un ardid publicitario, de pura y simple
imagen. Quieren que asociemos la frutería con la imagen de limpieza, pulcritud
y salud. Después de varios meses usando los guantes, si vamos a una frutería donde
no los hay, seguramente tendremos la sensación de que no es tan limpia.
La
publicidad es como una larga serpiente que asoma su cabeza entre la hojarasca,
nunca sabemos donde está la cola. No sabemos cómo funciona, pero sí que
funciona, ni sabemos cuál es su alcance real, pero sí que es una forma efectiva
de manipular voluntades y criterios. La mente aún es para nuestra comprensión un laberinto del que sólo conocemos la puerta de entrada.
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