PRESENTE Y REALISMO.
Por Pólux (20/04/2014).
Como
parte de la entrada que hicimos Cástor y Pólux el 19 de septiembre de 2012 en
este blog, "El presente, nexo con la realidad", escribimos lo siguiente:
“El
ahora es la mayor y más poderosa arma que tenemos para actuar en el mundo,
modificarlo y mejorarlo -y también empeorarlo-. Cada instante es único y juega
a nuestro favor, pues constantemente nos da la posibilidad de mejorar y superar
limitaciones. De hecho el presente es lo único que tenemos, pero es también
todo lo que necesitamos, es el mayor don. Vivir a gusto es el mejor regalo que
podemos hacernos, por eso es tan importante estar en paz con uno mismo. El
futuro es ensueño, el pasado inútil recuerdo, y el presente nuestro único nexo
con la realidad.”
El 31 de
marzo de este año 2014 publicamos ese contenido en nuestra página de Facebook también llamada Obtentalia, y
José Álvarez nos hizo el siguiente comentario: “Entonces, ¿Por qué se critica
siempre a los que sólo viven el presente? Léase el cuento La cigarra y la
hormiga.”
En el
presente artículo intentaré contestar a José según mi forma de entender las
cosas, que es la única que tengo.
El
término “vivir el presente” puede usarse en muchos sentidos. Veamos dos,
primero el de más uso tal vez, y segundo el que justifica nuestro uso del término.
Puede
entenderse como forma de vida, en la que lejos de importarnos el futuro nos
volcamos en el presente e intentamos disfrutarlo. Es el sentido al que hace
alusión la fábula de La cigarra y la hormiga a la que se refiere José. Creemos
que en el fondo es una postura que tiene mucho de tópico, pues la realidad es
que son pocas, muy pocas, las personas que viven sin tener en cuenta su mañana,
su jubilación, sus posibles necesidades futuras a medio y largo plazo. Tomando
como ejemplo el aspecto económico, lo ideal sería encontrar un equilibrio entre
no disfrutar nada por tal de ahorrar y asegurarnos el futuro y gastarlo todo en
el presente para disfrutar todo lo posible. Lo primero nos imposibilita
disfrutar de muchas cosas, lo segundo nos convierte en cigarras sin ninguna
visión de futuro. En cualquier caso hay que tener cuidado con los tópicos, pues
no por querer vivir el presente se “vive” más “intensamente”, cosa que a veces
se da a entender, como si pensar en el futuro impidiera de alguna forma “vivir
intensamente”.
El
movimiento Hippie de los años sesenta, al menos en cierto sentido, sería un
ejemplo de esa forma de vivir el presente despreocupándose del futuro.
Pero el término “vivir el presente” puede usarse
en otro sentido. Vivencialmente dividimos el tiempo en pasado, presente y
futuro. Desde un punto de vista experiencial, filosófico y psicológico nuestra única
relación con el mundo es el presente, que parece transcurrir en momentos únicos
que se suceden de forma continua. La mirada al pasado puede condicionarnos
negativamente al estar recordando constantemente lo que ya no es, o lo que
queremos olvidar, y es pura contemplación sin posibilidad de actuación, por lo
que sólo puede servirnos como experiencia adquirida. La mirada al futuro nos
introduce en el mundo de lo que aún no es, en la expectativa, en la ilusión o
en la desesperanza. En cualquier caso es también pura contemplación sin
posibilidad de actuación, por lo que sólo puede servirnos como objetivo o meta,
como ideal por el que luchar. La forma más realista de afrontar el mundo, y por
tanto más positiva, es centrándonos en el presente. En realidad es la única
forma de afrontar la realidad, pues sólo podemos actuar desde el presente. Pero
esto se convierte en una poderosa arma. Por negativo que sea nuestro pasado
siempre podremos actuar en el presente de forma que a eso negativo, ya
inamovible, se añadan cosas positivas, y asimismo de forma que podamos alcanzar
o evitar (según nuestro criterio) las perspectivas futuras. Pero por mucho que
nos centremos en el pasado o en el futuro nuestra única vía para cambiar lo que
queramos es actuando, y sólo puede actuarse en el presente. A esto es a lo nos
referíamos Cástor y yo en la reflexión que comentó José Álvarez.
Veamos
dos ejemplos, la obsesión y la falta de realismo (aunque por motivos diferentes
ambos ejemplos responden a un modelo de falta de realismo). La obsesión es una
idea fija que asalta pertinazmente nuestra mente, aparece en desacuerdo con
nuestro pensamiento consciente y acaba imponiéndose a éste. Pero por irreal que
sea la obsesión tiene una razón de ser. Sus causas pueden ser diversas, desde
un trastorno de la personalidad a un hecho traumático sucedido en el pasado. Me
interesa este último caso. El hecho traumático pasado es invariable, luego la única
forma de luchar contra él y oponerle cierta resistencia a la idea obsesiva que
produce es desde el presente, con el realismo que sólo el momento presente
puede proporcionar, pues éste nos dice que la realidad no es lo pasado, sino lo
que ahora está sucediendo.
La falta
de realismo suele provenir de una visión distorsionada del futuro y derivar en una
visión distorsionada del presente. Eso nos crea problemas a la hora de actuar y
afrontar la vida, para los que la mejor solución es una buena dosis de realismo,
de presente, pues nos hablará sobre las posibilidades reales de alcanzar esa
idea futura distorsionada.
Para los
dos ejemplos que he puesto la psicología es muy clara: realismo, realismo,
realismo (aunque obviamente no es lo único). Y el realismo sólo puede conseguirse
desde el presente, pues es lo único que en verdad tenemos, nuestro único nexo
con la realidad.
Y
nuestro amigo José Álvarez se preguntaba “¿Por
qué se critica siempre a los que sólo viven el presente?”. Esa es cuestión
bien distinta a la tratada. Quien esté de acuerdo criticará a los otros y viceversa.
La mentalidad en nuestro país, de clara raíces cristianas, aún reconocibles,
nunca ha suscrito la idea de vivir el presente por encima de todo lo demás,
pues la transcendencia de lo divino imponía una visión y un objetivo más allá
del puro presente, una vida más allá del presente que conocemos. Más bien fueron
corrientes más liberales de influencia externa las que crearon cierta moda del “vive
el presente”, que en realidad no aboga más que por aprovechar en lo posible la
vida, lo que sucede es que, como todo, se simplifica y se radicaliza, y es esta
versión más simplona la que fácilmente es criticable.
Nada
creo que haya de malo en vivir el presente lo más posible, pues en realidad no
es incompatible con mantener ciertas perspectivas futuras, y en cualquier caso
se trata de una postura personal. Pero no era de ese presente del que hablábamos
en nuestra reflexión Cástor y Yo, sino, como he explicado, de nuestra relación
con el mundo a través del presente, nuestro nexo con la realidad.
Sólo añadir
que la idea pasado-presente-futuro me parece más una imagen de nuestra concepción
y aprehensión del mundo que una realidad en sí misma, y no sé hasta qué punto la
forma de analizar las cuestiones está influida y mediatizada por esa concepción
de cuya realidad no estoy plenamente seguro.
Mi agradecimiento
a José Álvarez por su comentario.
No hay comentarios :
Publicar un comentario