Estos días estamos hablando de la educación y el respeto. Creemos que otro de los factores importantes a la hora de educar a los hijos en libertad, además del aspecto pedagógico del que hablábamos ayer, es el modelo que se les presenta con el ejemplo y la forma de actuar de los padres, que en el fondo no deja de ser también un aspecto pedagógico.
Lo primero que un niño aprende es lo que ve, antes incluso de ser capaz de articular palabra o conceptualizar la ideas que le queramos transmitir. Incluso en caso de conflicto creemos que interiorizará con más fuerza lo que ve que lo que oye, es decir, el ejemplo más que la enseñanza, entre otras cosas por el que el ejemplo se aprehende de forma inconsciente y penetra casi sin freno en las estructuras del pensamiento aún en formación, y la enseñanza no, pues requiere nuestro esfuerzo activo.
De casi nada valdrá decirle a un niño que no se salte un semáforo en rojo si yendo con él lo hacemos, por ejemplo.
Y son muchas las veces que no somos conscientes del ejemplo que damos. Creemos estar educando bien pero sin hacer lo que predicamos. Todos sabemos lo que está bien y lo que no lo está, y así podemos transmitirlo a un niño, pero luego actuamos según nuestros intereses, lo que a veces nos lleva a actuar bajo parámetros distintos a los predicados. También eso es normal en el mundo adulto, incluso a veces inevitable, pero hemos de tener cuidado en mostrarlo abiertamente cuando tenemos la responsabilidad de la educación de un hijo. Ya habrá tiempo para enseñarle cómo es el mundo y los obstáculos que podrá encontrarse, incluso la forma de salvarlos rodeando en ocasiones la ortodoxia de los propios principios, pero no es por ahí por donde la pedagogía y el sentido común nos recomiendan comenzar la educación y el respeto en libertad.
Por Cástor y Pólux.
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