El negocio de las medicinas parece ser redondo, al menos en lo que afecta al consumo privado, que no deber ser nada desdeñable. Imagínense un mercado en el que sólo hace falta, pongamos por ejemplo, 1.000 unidades, es decir, que ese es el consumo real de ese mercado. Pero por circunstancias, para cubrir 1.000 unidades se han de fabricar 1.300 ó 1.400 unidades, que son las que realmente se venden. Es un mercado sobredimensionado, y ¿cómo se consigue eso? Veámoslo.
Una caja contiene 20 pastillas y el médico me manda un tratamiento de que necesita de 25 ó 30 pastillas. No queda más remedio que comprar dos cajas. ¿Qué pasa con el sobrante? Pocas veces se utiliza. Es una venta realizada y cobrada pero sin ninguna función. Y eso sucede con multitud de medicamentos, con la gran mayoría. Nos obligan a comprar medicamentos que no vamos a utilizar. Las farmacéuticas darán sus razones, pero no podrán negar que es un buen negocio.
Imagínense que para comprar un bolígrafo azul le obligaran a comprar una caja con 30. Y mañana necesita uno negro, pues otros 30.
Y no entremos ya en el terreno de las concesiones, las subastas y los concursos para ampliar mercado. No parece ser mal negocio ese de las farmacéuticas.
Por Cástor y Pólux.
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