De nuevo la necesidad de reconocimiento, de ser el primero y el mejor. No es que queramos insistir, pero es algo que se muestra con tal evidencia y fuerza que es difícil abstraerse de su realidad.
Se hace tan notorio que diríase de esa necesidad una verdadera debilidad de la humanidad, aunque lo es más a nivel individual que a nivel social.
Y es una debilidad en un doble sentido. Por una lado está la dependencia de los demás que supone la constante necesidad de su reconocimiento. Por otro lado esa necesidad, llevada como lo es hasta el extremo, denota falta de confianza en uno mismo, falta de seguridad y de convicciones propias. En una palabra, falta de personalidad.
Por Cástor y Pólux.
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