Después de unos días de intenso trabajo hemos vuelto a nuestra atalaya. Ahí sigue, inerte, sola, fría, oscura. Y hemos llegado nosotros para darle vida.
No es que le demos vida, es que su vida es la nuestra, adopta nuestra forma, nuestro ánimo, nuestros recuerdos, nuestra vitalidad. Se vuelve nosotros. ¿O será que nosotros adoptamos la forma de atalaya? No nos importa. Es sólo un instrumento.
Nos ayuda a otear, a ver más allá, a aprender a mirar más allá, a buscar ..., y a encontrar.
Buscando, siempre buscando. Esa es la esencia de nuestra atalaya, la búsqueda insaciable e inacabable. Buscar se convierte en el objetivo mismo, pues encontrar ..., tal vez no encontremos nada.
Buscar y buscar, perseverancia aún sabiendo que tal vez nunca encontremos, porque si no buscamos ¿qué hacemos?, ¿dejarnos ir?
Buscar y buscar, y después ... buscar y buscar.
Por Cástor y Pólux.
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