Ser indolente con la vejez ajena indica que lo somos con la nuestra propia, o si aún no lo somos, con la que seremos, porque pone de manifiesta un sentimiento hacia algo, y no porque ese algo nos sea ajeno vamos a dejar a dejar de tener ese sentimiento.
Hay personas a quienes les es difícil ser amables con los viejos, pues los ven torpes, inútiles y pejigueras. ¿No estarán viendo reflejados en ellos su propia decrepitud?
¿Por qué nos cuesta tanto aprender de nuestros mayores? En ellos resaltan más los aspectos negativos propios de la edad (impertinencia, falta de flexibilidad, intolerancia, manías...) que los positivos, simplemente porque la falta de lozanía hace aquéllos más evidentes, y no porque carezcan de éstos. De hecho tienen aspectos positivos de los que se carecen en otras edades, el más importante de ellos la experiencia. "La experiencia es un grado", suele decirse, pero rara vez se tiene en cuenta en los mayores.
Deberíamos aprovechar su visión del mundo, su perspectiva, y sobre todo su experiencia. Pero somos demasiado altivos para ello, no tenemos la paciencia que requieren. Denostamos con nuestra actitud las capacidades que aún pueden tener. Y es que en la cultura y mentalidad actuales simplemente no suelen tener cabida. Eso sí, para que nos lleven a los niños a la guardería o al colegio son inmejorables. Lo único que aprovechamos es su tiempo libre.
Pensamos que nuestros mayores no están capacitados para enseñarnos nada, pero no nos damos cuenta que nosotros tampoco estamos capacitados para aprender de ellos.
Por Cástor y Pólux.
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