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jueves, 16 de agosto de 2012

INTRODUCCIÓN. LA DOBLE VIDA.

     Antes de entrar en materia deciros que estamos preparando el último artículo que nos ha remitido el Argonauta, que, como siempre, no defraudará. Queremos publicarlo el fin de semana próximo, así que ya sabéis que a donde os vayáis tendréis que llevaros el portátil para poder leerlo, salvo que lo podáis hacer en vuestro móvil o tablet, lo que ya va siendo cada vez más común. Ya iremos adelantando algo de su nueva historia.



Solemos admitir sin problemas que las apariencias engañan. ¿Por qué entonces nos dejamos llevar tan fácilmente por ellas? Mostramos nuestra mejor cara a los demás porque ello facilita las relaciones sociales y personales. Pero si lo sabemos, ¿por qué nos extrañamos de que ese vecino tan educado y cordial acabara en la cárcel por estafa, o de que ese conocido siempre tan solícito y con cara de buena persona esté procesado por asesinato? Los actos que denominamos “malos” no dejan huella en el rostro, ni un tufo especial que nos prevenga. Son eso, actos, y hasta que no se cometen no comprometen a quien los hace.

Cierto es que hay personas con mala condición. Digamos que se les ve venir, que nos esperamos cualquier cosa de ellos. Pero tampoco siempre en eso acertamos.

¿Recordáis la película “El Bola”? Ese padre cogiendo de la mano a su hijo por la calle, transmitiendo un amor paternal digno de elogio, y después en casa cruzándole la cara a bofetadas con cualquier pretexto. Y la realidad está plagada de más ejemplos de los que lo puedan estar todas las películas juntas. Si se es como se es, ¿por qué querer aparentar lo que no se es? Simplemente porque la presión de lo social es tan fuerte que aprendemos a "movernos" (aparentar) con los estereotipos aceptados para evitar el rechazo público.

Esa doble cara, esa doble vida, no es en realidad doble. El dolor persiste y la apariencia se esfuma rápidamente. No, no es doble vida. Es la vida del dolor, de la ira, del odio, de la falta de amor, vestida de apariencia amable. Lo real de esa vida es sólo el acto negativo hacia los otros (y muchas veces hacia uno mismo), lo demás es apariencia insustancial.

Somos nosotros los que, también falsamente, nos sorprendemos ante lo que no es sorprendente, nos rasgamos las vestiduras como si no supiéramos ya lo que sucede.

Creo que de alguna forma todos vivimos esa “doble” vida, como forma de evitar la censura social ante pensamientos y fantasías que mantenemos en la intimidad por miedo a ser marcados. Eso es normal, pero también es usado de la misma forma por quien oculta algo más profundo y doloroso, por quien oculta una culpa o unos actos deplorables que no pueden ser aceptados por los demás.

Por Helena de Troya y Pólux.

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