Los primeros recuerdos que tengo de él se remontan a mi infancia. Le recuerdo recto, elegante y afable, y teniendo para mí siempre algunas sonrisas y algunas palabras amables.
Aunque la distancia nos hacía ajenos, el cariño familiar era suficiente para contrarrestarlo.
También recuerdo la última vez que le vi, en el entierro de su cuñado y tío político mío. Pero el recuerdo más vívido que tengo de él es de la penúltima vez que le vi, en el entierro de su hermano y padre mío, la mañana tras la noche que durmió aquí, en mi pueblo, con motivo de dicho entierro, en que iba canturreando por una acera en busca del primera café matutino.
Como veis, de entierro en entierro. Así como las bodas y los bautizos son los motivos de congregación familiar en determinados momentos de la vida, en otro, ya con más años a la espalda, lo son los entierros. Junto a la pena, la alegría por el reencuentro con familiares entrañables.
Comprendo que poco interés tiene esto para quien no sea yo mismo, pero quería recordarlo en alto.
Por Pólux.
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