Todo tiene su lado bueno y su lado malo, es más, en ocasiones lo bueno puede tenerse por malo y viceversa.
Internet, por ejemplo, ha conseguido democratizar e igualar a unos con otros, función social que apenas consigue nuestra sociedad de bienestar y nuestro sistema capitalista y de consumo. No es un logro baladí, aunque a costa de una ilegalidad.
Muchos bienes nunca estarán al alcance de los muchos a los que su situación económica se lo impide, marcando así la diferencia de clases, a pesar de la clase media boyante florecida en el último cuarto del siglo pasado, más consolidada en este siglo a pesar de la crisis.
Internet evita esa situación, pues permite, aunque sea ilegalmente, el acceso libre a muchos contenidos de pago de los que nadie podría disfrutar si no fuera por la piratería. No digo que la piratería esté bien, sino que permite a personas disfrutar de contenidos a los que por su precio nunca podrían acceder.
Que eso es un robo, sí, claro, y perjudica a otros, sí, normalmente a otros que ya tienen bastante y les sobra.
Me recuerda esto a esos antiguos bandoleros que repartían al pueblo oprimido parte de lo que robaban a las clases más pudientes y a los gobernantes. Internet es aún más anónimo, pues no tienes contacto con aquél al que le robas. Si sabes acceder a contenidos, puedes descargar programas y aplicaciones muy caras por nada. Algo así como lo que sucede con la música.
Al margen de ilegalidades o comportamientos poco éticos, no hay mayor democracia que la que se vive en internet, donde todo es de todos a pesar de los intentos por evitarlo.
Por Pólux.
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