JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
DE UNA TARDE SIN PASAR
Cada minuto de este oro ¿no es toda la eternidad?
Tiempo de radios parados en ascua de verdad.
El aire puro lo mece sin prisa, como si ya
fuera todo el oro que tuviera que acompasar.
(¡Ramas últimas, divinas, inmateriales, en paz;
ondas del mar infinito de una tarde sin pasar!)
Cada minuto de este oro ¿no es un latido inmortal
de mi corazón radiante por toda la eternidad?
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