La pérdida de valores comunes en una sociedad es motivo de disgregación y falta de identidad. El daño es importante porque debilita esa sociedad frente a valores ajenos e impropios que proliferan aprovechando esa falta de unidad. El problema es que estos valores ajenos dañan aún más a la sociedad que su propia pérdida de valores.
Un ejemplo de todo ello podría ser la facilidad con la que la extremistas islámicos encuentran adeptos en la sociedad occidental, tan lejana a sus ideales.
No sabría decir si esa falta de valores comunes es buena o mala, pero está claro que el liberalismo que impregna nuestra sociedad, tan importante para nuestra libertad individual y nuestro sentir democrático, se muestra punto débil frente a concepciones autoritarias que tienen en la imposición una seña de identidad.
La libertad, como la sociedad de bienestar, también se paga, y a un precio que queda en el reverso de su etiquetado y que ni solemos ni queremos mirar, no sé si por dejadez o por miedo a conocer su alto precio.
La libertad es un bien difícil de gestionar, es como un manjar al que no queremos renunciar aún sabiendo que nos puede indigestar.
La pérdida de la identidad como pueblo, como sociedad, como grupo, abona sentimientos nacionalistas y separatistas, legítimos seguramente en la mayoría de los casos, pero en definitiva un cambio real que nos lleva por un camino incierto.
Por Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario