El amanecer desde la atalaya, como lo ha sido siempre desde cualquier lugar hasta que se implantó el alumbrado eléctrico, es espectacular y motiva profundas sensaciones y sentimientos acerca de la vida y su sentido. El cielo oscuro y profundo, con sus incontables estrellas, se aclara imperceptiblemente en una sucesión continua hasta el amanecer del sol, de un rojo avasallante. El cielo, celeste intenso, cubre el mar, azul intenso. Yo, entre uno y otro, intento entender y explicar cuál es mi sitio. Para llevar a cabo ese intento sin distracciones e interferencias lo hago desde la atalaya.
Amaneció y un día nuevo se nos presenta para vivir. Lo aceptamos y lo vivimos, lo hacemos sin más, lo damos por hecho. ¿Tal vez demasiado?
Por Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario