Juzgar, juzgar y juzgar. Siempre juzgando a los demás, y con desprecio a ser posible.
Pero somos tan necios que nos despreciamos a nosotros mismos, pues casi siempre el juicio que hacemos de otro, censurándolo y despreciándolo, podemos aplicarlo a nosotros mismos.
Todos somos prácticamente iguales y hacemos las mismas cosas. En algún momento, seguramente olvidado, hemos hecho aquéllo que ahora juzgamos tan duramente en otro. El día a día nos lo muestra con descaro, con más del que nos gustaría. Pero claro, el olvido impide que nos sintamos aludidos.
Hoy he sido testigo de una caso como el que describo, insidioso a más no poder por lo flagrante de la actitud inquisidora de uno de los "jueces", que parecía haber olvidado su pasado. Y es que la mala memoria es tan socorrida...
Por Pólux.
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