La nuestra es una sociedad de consumo por encima de todo. El consumo, uno de los pilares del capitalismo, es el valor al que se traducen los bienes y la utilidad de éstos.
Por ejemplo, el valor de un abeto y la utilidad de un medicamento dependen de su valor de consumo (el abeto en Navidad se consume más). Hay medicamentos que ya no son rentables a las farmacéuticas y solicitan de un determinado Estado como el español dejar de venderlas. Tras esa solicitud pareciera haber un control a favor del consumidor y sus necesidades reales. Nada más lejos de la realidad. Si no hay un consumo rentable del medicamento y existe en el mercado otro que pueda sustituirle, el Estado español dará su visto bueno y accederá a la baja. El problema es que siempre hay un medicamento, más o efectivo, más o menos parecido al que agarrarse para justificar la baja. La minoría que se beneficiaba del medicamento no tiene cabida en la sociedad consumo.
La mayoría que consume es el verdadero motor. Ropa de moda de tallas pequeñas para los jóvenes, principal consumidor de moda, analgésicos genéricos de dudoso efecto pero que consumen las personas mayores a diario para sus dolores, juegos para niños en Navidades.
De forma diferente a como dicen sucede en democracia, donde se supone que se respetan las minorías, aunque siento ponerlo en duda, en la sociedad de consumo la minoría no tiene cabida, ni voz, ni fuerza ni validez alguna, así que procure no ser una minoría si no quiere sentirse excluido.
Por Pólux.
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