Hay días que no se esperan. No sabes por qué pero unos son buenos, y por la misma razón son malos. Y no suele estar la causa en hechos externos que nos cambien el humor, más bien al contrario.
Es como si la química del cerebro jugara en contra, o la mesura de la mente anduviera perdida no se sabe dónde. Pero un día, de buenas a primeras, todo es distinto, la perspectiva cambia y la predisposición también.
Solemos decir que nos hemos levantado con el pie izquierdo, reconociendo así la causa de ello en nosotros mismos, aunque luego vayamos echándole las culpas de todo a los demás.
El estado de humor está sujeto a variables que, aún debiendo ser evidentes en algunos casos, nos suelen pasar inadvertidas. Parafraseando a Friedrich Nietzsche, somos humanos, demasiado humanos.
Por Pólux.
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