Ayer recordábamos los atentados terroristas del 11-M perpetrados por yihadistas. No deja uno de sobrecogerse al recordar el horror de aquellos días, la sinrazón de unos hechos para los que unos vulgares terroristas pretenden fundamentar con motivos.
El único motivo es la falta de humanidad, de respeto por la vida de unos chalados que se autoconvencen de sus razones. Y esa es su chaladura, la que les hace autoconvencerse de tener la razón y de tener que imponerla. El trastorno de la personalidad que subyace en quien es capaz de unos actos tan viles sí que tiene causas, la principal, creo, la falta de personalidad y de confianza en uno mismo, cierto complejo que les crea la necesidad de reafirmación en un grupo que les reconozca. La pertenencia al grupo les da la vida, y por él harán lo que sea. Lógicamente esto no se reconoce ni consciente ni inconscientemente, y la amalgama que usa quien les utiliza es la de una ideología superior.
No me cabe duda de que quien se inmola es utilizado. Siempre hay alguien que le convence para que lo haga, alguien que sobrevive porque es incapaz de hacerlo él.
Todo es un engaño: la ideología, el uso del nombre de Dios para justificarlo, la "culpa" de la civilización occidental... Pero es su cultura y su mentalidad, y contra eso es verdaderamente difícil luchar.
Once años han pasado, parece mentira. Mucho hay de vergüenza en aquello que pasó, desde el punto de vista humano, terrorista y político. Los políticos, algunos políticos, como siempre, utilizaron en lo posible lo sucedido para destruir al adversario. Las grandes catástrofes y las grandes crisis, parece demostrarse una y otra vez, en lugar de unir a la clase política en favor de las necesidades del país, la separa sin importar el daño que eso puede hacer. Tres días después hubo elecciones. Unos quisieron ver cierta deslegitimación por la influencia de los atentados y los posteriores acontecimientos policiales y políticos, otros quisieron ver la voluntad unánime de un pueblo harto de los engaños políticos. Una vergüenza, repito, en mi opinión, mientras los familiares de la víctimas, también víctimas, sufrían el horror de la pérdida y el de la falta de una unión política que les supusiera cierto amparo.
Por Pólux.
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