¡Qué bonito es mi ombligo! Cada vez que lo miro no sólo me gusta más, sino que aprecio también más su importancia.
Mi ombligo es como un descomunal agujero negro en el centro del universo que lo atrae todo hacia sí. Me dirán que el universo no tiene un centro, un lugar privilegiado como referencia, pero si conocieran mi ombligo como lo conozco yo cambiarían de parecer, lo haría hasta el mismísimo Einstein.
A pesar de las dudas propias del pensamiento humano, siempre acabo teniendo la seguridad de que el mundo gira a mi alrededor, y que mi centro de masas, justo detrás de mi ombligo, le confiere a éste el privilegio de ser el eje de ese giro. Es una certeza intuitiva, pero certeza al fin y al cabo.
Sé que otros han pensado como yo, pero evidentemente se equivocan, pues sólo puede haber un centro primario y primigenio, un eje de giro origen, y si es el mío, como sé que lo es, no puede ser el de otros.
CONCLUSIÓN: sé que tengo razón porque sé que tengo razón. Es tan obvio que no sé como hay quien lo duda.
Por Pólux.
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