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domingo, 15 de septiembre de 2013

ARTÍCULO. "VIAJAR EN EL TIEMPO", POR PÓLUX.

VIAJAR EN EL TIEMPO"
Por Pólux (15/09/2013).


Viajar en el tiempo es un recurso ya clásico de la ciencia ficción, única “disciplina” que podía permitirse elucubrar sobre ello hasta hace no mucho, principios del siglo XX, cuando la revolución conceptual de la mecánica clásica newtoniana que supuso la nueva teoría de la relatividad de Einstein, iluminó nuestras mentes con una realidad que había permanecido ahí, incomprensiblemente imperceptible. Pero así son los descubrimientos científicos.

Personalmente creo que las dos teorías más fantásticas y acertadas creadas por el hombre han sido la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, de infinitas aplicaciones en la actualidad, desde las puertas que se abren automáticamente cuando vamos a entrar en un comercio o pruebas diagnósticas médicas (tomografía axial computerizada –TAC-), hasta los satélites artificiales (sistema de posicionamiento global –GPS-) o el teléfono móvil.

La mecánica cuántica es uno de los artificios cumbre de la razón humana, de lo más alejado a la intuición y a la experiencia diaria que pueda imaginarse, pero de una elegancia experimental incontestable.

La Teoría de la relatividad sorprende por la fácil comprensión del punto de partida y de los razonamientos que la sostienen. El propio Einstein la explica en un librito comprensible para cualquiera con unos conocimientos básicos de física. Y fue esta teoría de Einstein la que posibilitó comprender cómo podrían hacerse viajes en el tiempo, más como realidad que como ciencia ficción, aunque con las limitaciones de la tecnología actual.

La posibilidad de viajar en el tiempo viene dada por el carácter relativo del espacio, que ya no se entiende como algo absoluto (Newton –mecánica clásica-), sino como una variable más que se ve afectada por la masa y por la velocidad.

En la realidad el viaje en el tiempo es posible pero con ciertas limitaciones. No es lo mismo viajar hacia el pasado que hacia el futuro. El viaje al pasado impone restricciones que no impone el viaje al futuro, y esas restricciones se manifiestan como paradojas, que ya la literatura y el cine de ciencia ficción se han encargado de popularizar. La paradoja invalida aquello que se pretende demostrar al introducir contradicciones en principio insalvables, por eso las paradojas que aparecen al explicar el viaje al pasado invalidan éste.

La paradoja que se evidencia en el viaje al pasado es la conocida popularmente como paradoja del abuelo. Viene a decir que un pasajero que viajase al pasado y matase a su abuelo, acabaría con él mismo ya que el propio viajero no nacería nunca y, por tanto, acabaría con la posibilidad misma de ese viaje al pasado. Sin embargo para realizar eso ha tenido que hacer el viaje al pasado, viaje que, hemos visto, es imposible. Esta paradoja puede complicarse lo que se quiera y puede matizarse en múltiples maneras (un pequeño viaje al presente de Internet os dará más información). Uno puede encontrarse a sí mismo en el pasado. Pero la misma persona no puede existir dos veces a la vez en un mismo momento del tiempo, se lleguen a encontrar o no. Eso contradice la experiencia, la razón, la lógica y la intuición, pero sobre todo contradice la misma realidad (téngase en cuenta que la mecánica cuántica, salvo la realidad experimentalmente contrastada, también contradice la experiencia, la razón, la lógica y la intuición, y a veces se busca en ella una salida a estas paradojas).

Otra formulación de la paradoja sería que cualquier cambio introducido en el pasado cambiaría el futuro de ese instante, por lo que cualquier momento en el tiempo sería cambiante y no estable, lo que es contrario a nuestra experiencia. Podría aducirse que es posible que sucediera, pero que simplemente aún no lo ha hecho, a lo que podría responderse que una vez iniciados los cambios en el pasado cada instante del futuro de ese pasado sería susceptible de ser cambiado, con lo que el tiempo, pasado y futuro, dejaría de tener sentido, y no sólo eso, sino que cambios drásticos introducidos por el paso del tiempo, la evolución, una guerra o un hecho catastrófico desaparecerían (¿?) de la noche a la mañana y serían sustituidos por otros. No sabemos en realidad cómo sucederían estas cosas de ser posibles, pero resultan totalmente paradójicas.

Todo ello hace pensar que el viaje al pasado está restringido por la naturaleza. Aunque no sepamos bien por qué, el concepto de tiempo sólo tiene sentido si va parejo al concepto de pasado y de futuro (un pasado cambiante es un concepto distinto que difícilmente sostiene el concepto de futuro). Si bien el tiempo ha de entenderse como no absoluto en cuanto a su forma de transcurrir (Teoría de la Relatividad), parece que el tiempo ya transcurrido (pasado) no puede alterarse sin alterar el mismo concepto del tiempo (carácter absoluto e inamovible del pasado).

A parte de extrañas teorías de mundos paralelos y otras por el estilo, no se conoce manera física de viajar al pasado, y de poder viajar a él se nos plantean las paradojas del tipo antes expresado, que no son coherentes con la realidad que vivimos, y que vienen impuestas por el carácter estático e inamovible del pasado (aunque quién sabe, tal vez mañana se encuentre la forma de modificar el presente actuando sobre el pasado de forma que hoy desconocemos, no será nuestro espíritu científico el que se vuelva cerrado).

Viajar al futuro ya es otra cosa, y viene posibilitado por el carácter abierto e indefinido del futuro (indeterminación). Si de alguna manera voy al futuro no puedo encontrarme conmigo mismo, pues yo viajo de forma paralela al discurrir del tiempo, es decir, si me meto en una “máquina del tiempo”, no estoy en el tiempo que transcurre “normalmente”, y no me duplico, no puedo encontrarme conmigo mismo, ni con mi abuelo. En todo caso puedo encontrarme con situaciones cuya modificación en nada afectará al presente del que parto.

Sabemos, tal como postuló Einstein, que el tiempo no es absoluto (al menos en su forma de transcurrir), y que, al igual que el espacio, se ve influido por fuerzas gravitatorias intensas y por velocidades cercanas a las de la luz, de forma que se ralentiza tanto en las cercanías de objetos muy masivos como a velocidades cercanas a la de la luz.

Pongamos como ejemplo que nos montamos en una nave espacial capaz de alcanzar casi la velocidad de la luz en un espacio de tiempo corto (hoy día no existe nada que se le parezca). Salimos de La Tierra, en pocos días alcanzamos la velocidad cercana a la de la luz y la mantenemos durante una semana describiendo una enorme órbita alrededor de La Tierra. Luego deceleramos en un par de días y acabamos volviendo a La Tierra. Mientras más cerca haya sido nuestra velocidad a la de la luz, más se habrá ralentizado el tiempo en nuestra nave. Digamos que nos hemos acercado lo suficiente a la velocidad de la luz como para que el paso del tiempo se redujese en un 98 % respecto al paso del tiempo en La Tierra, lo que significa que mientras para nosotros ha pasado una semana, en La Tierra han pasado cuarenta y nueve semanas, poco menos de un año.

Este efecto ha sido comprobado experimentalmente en los satélites que orbitan La Tierra, sólo que las cantidades en que se desvía el tiempo son ínfimas, debido a que la velocidad que alcanzan, aún pareciéndonos importantes, son una muy pequeña fracción de la velocidad de la luz, y sin embargo son lo suficientemente importantes como para tenerlas en cuenta en los cálculos del sistema de satélites que forman el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), antes aludido, que hoy forma parte de nuestra vida cotidiana a través de los teléfonos móviles.

Por tanto el futuro no impone las restricciones al viaje en el tiempo, ni aparecen las paradojas propias del viaje al pasado.

Pero cabría pensar que todas las consideraciones hechas son consecuencia de nuestro concepto absoluto del tiempo, que por tanto estamos mediatizando todas las consecuencias y paradojas referidas por esa concepción, y que tal vez se trate de un planteamiento erróneo de las consecuencias de un concepto distinto del tiempo. Tal vez lo que sea diferente, verdaderamente diferente, no podemos ni imaginarlo, y menos aún sacar conclusiones o consecuencias de ello.

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