El amanecer de hoy ha transcurrido igual que el de
ayer, con un cielo claro e impoluto. La Luna, como ya ayer decíamos, se ha
trasladado y ahora Venus y la Luna están en conjunción (muy cerca uno del
otro), aunque esa conjunción, dado el rápido movimiento de la Luna, sólo durará
un día. Pero el gran triángulo que domina el este celeste al amanecer durará
mucho más, pues el movimiento propio de los planetas es mucho más lento que el
de la Luna. Dicho triángulo está formado por Venus, más al este, Júpiter, cerca
del cénit (el punto más alto de la esfera celeste) y Sirio, alfa de la
constelación del Can Mayor, más al sureste, (alfa es la letra griega con la que
se designa la estrella más brillante de una constelación, beta la siguiente en
brillo y así sucesivamente).
La afluencia de gente en las playas más cercanas a
donde tenemos instalada nuestra atalaya ha disminuido en septiembre. La soledad
es mayor, pero la nuestra es una soledad deseada, buscada y sólo a veces
alcanzada. La soledad no deseada suele ser dolorosa, la nuestra, en cambio, es
liberadora, reparadora, inspiradora, clarificadora …
En el fondo, en lo más íntimo y privado, estamos
solos, y en esa soledad no todos estamos dispuesto a mirarnos cara a cara por
temor a lo que podamos encontrar. Pero no hacerlo nos lleva a no saber quienes
somos, a vivir una vida en cierta forma enajenada.
Por Cástor y Pólux.
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