Parece que habitualmente habla más quien más tiene que callar, y más se
queja quien menos razón tiene para ello.
Es de lo más penoso eso de tener que escuchar una y otra vez a alguien
decir lo mal que está económicamente, que no llega a fin de mes, que su situación
es un desastre, y que se lo cuente a quien gana menos que él y económicamente
tiene más problemas, para luego llegar las vacaciones e irse quince días de
viaje por ahí, de hotel en hotel.
Pero ¿qué nos pasa?, ¿es que no nos damos cuenta de vamos haciendo el
memo por ahí? Pero es que además se lo vamos contando a quien está peor que
nosotros. ¿Tanta necesidad tenemos de la aprobación de los demás? Parece que
tenemos tanta necesidad de destacar y de reconocimiento que caemos en el más
flagrante de los ridículos sin darnos cuenta, pues sólo tenemos en mente ese
reconocimiento. Cuán elementales y evidentes podemos llegar a ser.
¡Cuándo hablan sus actos de las personas …! De
nuevo repetimos esa frase tan elocuente que nos viene como anillo al dedo, “por
la boca muere el pez”. Y es que a veces quedaríamos tan bien con sólo no abrir
la boca …
Por Cástor y Pólux.
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