LA VIOLENCIA SÓLO ENGENDRA NUEVAS FORMAS DE VIOLENCIA
Por Hermes (07/07/2013)
A
nadie se le escapa que actualmente la sociedad vive tiempos convulsos,
difíciles y de constantes cambios y zozobra, donde la globalización por la que
nos caracterizamos y que surgió en la civilización occidental, que luego se ha
ido extendiendo al resto del planeta, no es únicamente un proceso económico,
político, cultural o comercial. La nuestra es una sociedad donde actualmente
está incardinado el factor de la violencia que convive diariamente con
nosotros, porque forma parte de nuestro ADN humano como si de un código de
comportamiento o conducta se tratara, y que nos retrata desde que el hombre es
hombre. Por tanto, habría que hablar también a nivel social de una violencia globalizada para adecuarla a los nuevos momentos a pesar de que este medio o
acción siempre ha existido desde la noche de los tiempos en el ser humano. En
este sentido, hay que decir que poco o nada hemos evolucionado sino que
retrocedemos a pasos agigantados al involucionar cada día un poco más cuando
activamos nuestra dosis de furia. La acción violenta puede acontecer a nivel individual, surgida personalmente en cada uno, o bien a nivel institucional, es
decir a través del Estado, que ciertamente es la preocupante porque implica el
uso de la fuerza coercitiva del ente superior para acallar a gran escala el
deseo, necesidad o demanda del ciudadano que para colmo de males eligió al
representante que ahora descarga contra él todo el uso de la fuerza que el
Estado tiene a su alcance para reprimirle. En la actualidad, en nuestro país
tenemos muchos casos de actuaciones violentas, y hasta extremadamente
violentas, desarrolladas por el Gobierno y encauzadas a través de fuerzas
represoras porque es evidente que entrar a saco en la Estación de Atocha de
Madrid el pasado 25 de septiembre de 2012 y liarse a mamporros con todo lo que
se menea fue una acción de represión y violencia extrema justificada, encima,
por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Hace dos siglos, el filósofo
alemán Max Stirner definía perfectamente el uso de la fuerza de los gobiernos
diciendo que el Estado llama ley a su
propia violencia y crimen a la del
individuo, en un aserto que no sólo no ha perdido fuerza con el paso del
tiempo sino que la ha ganado. El pasado mes de junio el comisario de Derechos
Humanos del Consejo de Europa, el letón Nils Muižnieks, realizó una visita a España para
redactar un informe sobre la violencia policial en nuestro país manifestando
que hablaría con el director general de la Policía Ignacio Cosidó sobre el comportamiento de la fuerzas
de seguridad en las manifestaciones, cuestión
que le parece preocupante desde hace
tiempo. Pero, ¿qué está pasando actualmente para que la clase política
saque cada vez con más frecuencia la maquinaria de la violencia, encauzada a
través de las fuerzas de seguridad, para reprimir al
ciudadano? Creo que los políticos cada vez se muestran más ajenos a la realidad que les rodea, sencillamente porque no quieren ver más allá de sus narices, buscando en su incompetencia únicamente un beneficio propio. En su corta vista y progresiva miopía cada vez ven menos la realidad real y más su realidad o, al menos, la que a ellos les interesa por lo que dentro de su falta de valía, y en palabras de Isaac Asimov, la fuerza bruta y la violencia que desatan es el último recurso del incompetente. Lo malo es que, a veces, la inoculación de los procesos de fuerza y violencia del Estado hacia sus empleados públicos puede convertir en peligrosa la elección de la fuerza represora de aquel que se presenta como aspirante a ocupar la plaza sobre todo cuando, en los procesos selectivos, los psicólogos en el desempeño de su cometido son burlados por aspirantes poco preparados emocionalmente -no todos, evidentemente- seleccionándose, por tanto, individuos potencialmente peligrosos a nivel social y amigos de la violencia que, amparados en la fuerza de la ley, creen tener con el paso del tiempo patente de corso, actuando a veces como auténticos energúmenos. Ejemplos aparecen todos los días en los medios de prensa. Valga, sin ir más lejos, la noticia publicada en DIARIO DE SEVILLA del día 1 de julio de los corrientes en su página 15: “Piden cárcel para un policía por agredir con su porra a dos viandantes”. El juez de Instrucción número 2 de Sevilla procesó al policía por unos hechos ocurridos el 26 de mayo de 2012 cuando en el curso de una actuación policial (…) varios monitores voluntarios (…) estaban esperando a un compañero cuando presenciaron, a escasos metros, la detención de una persona por parte de cinco policías (…). En ese momento, cinco o seis vecinos relacionados con el detenido comenzaron a acercarse al lugar de la detención y “sorpresivamente”, los policías sacaron sus defensas y comenzaron a golpear a todas las personas que estaban cerca de ellos. Ante los golpes, los vecinos se alejaron 15 metros del lugar, pero los agentes avanzaron contra ellos, “golpeando” así también a las personas más alejadas, “que no tenían nada que ver con la intervención” y que “se encontraban allí paradas, mirando lo que sucedía, sin interferir en ninguna actuación policial”. (…) El policía acusado, “apodado el nazi”, agredió de manera “injustificada” y con la defensa reglamentaria a los denunciantes, que se encontraban “entre las personas más alejadas de la detención y en la que no habían intervenido de modo alguno”. ¿Pseudo psicología policial, falta de preparación o uso gratuito de la fuerza? Que cada lector saque su propia conclusión… A finales de febrero de 2013, durante el transcurso de un partido de fútbol de categoría regional disputado en la Comunidad valenciana entre el
Mislata y Los Silos, Héctor Giner, un joven colegiado de 17 años que dirigía el encuentro, permanece ingresado -relataba el diario 20 MINUTOS en su página 12- en el Hospital Arnau de Vilanova de Valencia tras sufrir una brutal agresión por parte de uno de los jugadores del Mislata, agente de la Policía Nacional de 27 años, a quien acababa de expulsar (…) decisión que fue contestada por el futbolista con un puñetazo y, al menos dos patadas cuando el agredido estaba en el suelo. A causa de la salvaje agresión del delincuente con placa y carné profesional -el término presunto sobra en este caso y la brutal y extrema violencia del tuercebotas, también- al chaval le extirparon el bazo tras haber perdido tres litros de sangre. Si esto no es violencia gratuita, que baje Dios y lo vea. Y el señor Fernández Díaz, Ministro del Interior, mientras tanto mirando para otro lado: al fin y al cabo el bazo destrozado no era el suyo.
ciudadano? Creo que los políticos cada vez se muestran más ajenos a la realidad que les rodea, sencillamente porque no quieren ver más allá de sus narices, buscando en su incompetencia únicamente un beneficio propio. En su corta vista y progresiva miopía cada vez ven menos la realidad real y más su realidad o, al menos, la que a ellos les interesa por lo que dentro de su falta de valía, y en palabras de Isaac Asimov, la fuerza bruta y la violencia que desatan es el último recurso del incompetente. Lo malo es que, a veces, la inoculación de los procesos de fuerza y violencia del Estado hacia sus empleados públicos puede convertir en peligrosa la elección de la fuerza represora de aquel que se presenta como aspirante a ocupar la plaza sobre todo cuando, en los procesos selectivos, los psicólogos en el desempeño de su cometido son burlados por aspirantes poco preparados emocionalmente -no todos, evidentemente- seleccionándose, por tanto, individuos potencialmente peligrosos a nivel social y amigos de la violencia que, amparados en la fuerza de la ley, creen tener con el paso del tiempo patente de corso, actuando a veces como auténticos energúmenos. Ejemplos aparecen todos los días en los medios de prensa. Valga, sin ir más lejos, la noticia publicada en DIARIO DE SEVILLA del día 1 de julio de los corrientes en su página 15: “Piden cárcel para un policía por agredir con su porra a dos viandantes”. El juez de Instrucción número 2 de Sevilla procesó al policía por unos hechos ocurridos el 26 de mayo de 2012 cuando en el curso de una actuación policial (…) varios monitores voluntarios (…) estaban esperando a un compañero cuando presenciaron, a escasos metros, la detención de una persona por parte de cinco policías (…). En ese momento, cinco o seis vecinos relacionados con el detenido comenzaron a acercarse al lugar de la detención y “sorpresivamente”, los policías sacaron sus defensas y comenzaron a golpear a todas las personas que estaban cerca de ellos. Ante los golpes, los vecinos se alejaron 15 metros del lugar, pero los agentes avanzaron contra ellos, “golpeando” así también a las personas más alejadas, “que no tenían nada que ver con la intervención” y que “se encontraban allí paradas, mirando lo que sucedía, sin interferir en ninguna actuación policial”. (…) El policía acusado, “apodado el nazi”, agredió de manera “injustificada” y con la defensa reglamentaria a los denunciantes, que se encontraban “entre las personas más alejadas de la detención y en la que no habían intervenido de modo alguno”. ¿Pseudo psicología policial, falta de preparación o uso gratuito de la fuerza? Que cada lector saque su propia conclusión… A finales de febrero de 2013, durante el transcurso de un partido de fútbol de categoría regional disputado en la Comunidad valenciana entre el
Mislata y Los Silos, Héctor Giner, un joven colegiado de 17 años que dirigía el encuentro, permanece ingresado -relataba el diario 20 MINUTOS en su página 12- en el Hospital Arnau de Vilanova de Valencia tras sufrir una brutal agresión por parte de uno de los jugadores del Mislata, agente de la Policía Nacional de 27 años, a quien acababa de expulsar (…) decisión que fue contestada por el futbolista con un puñetazo y, al menos dos patadas cuando el agredido estaba en el suelo. A causa de la salvaje agresión del delincuente con placa y carné profesional -el término presunto sobra en este caso y la brutal y extrema violencia del tuercebotas, también- al chaval le extirparon el bazo tras haber perdido tres litros de sangre. Si esto no es violencia gratuita, que baje Dios y lo vea. Y el señor Fernández Díaz, Ministro del Interior, mientras tanto mirando para otro lado: al fin y al cabo el bazo destrozado no era el suyo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario