Que buen mal día hace hoy. Lluvia, frío,
el cielo oscurecido por las compactas y plomizas nubes, un gusto que me hace
sentir bien. Pero, ¿qué es lo que realmente me hace sentir bien?, ¿este día tan
invernal? No se trata de todo lo que me puede dar este día, no, lo que me hace
sentir bien, sentir este extraño bienestar, es el hecho de que mientras todo
ocurre yo me siento ausente, ajeno a todo ello en esta estancia. Tan ausente y
tan ajeno que pocas cosas me importan, y lo hacen tan poco que hasta cualquiera
de ellas, por mala que sea, me parece bien. Se antoja una contradicción, pero no
lo es.
El hecho de que haga mal tiempo no es en
sí una mala cosa. Me gusta. Pero de lo que hablo ahora sobre que me gusta no es
de lo positivo que puedo aprovechar, sino de lo negativo que puedo rechazar e
ignorar. Hoy, al menos hoy, soy feliz porque ignoro, ignoro lo mal que se está
fuera del círculo de calidez que hoy he sido capaz de crear. Quiero ignorar todo
lo que queda fuera, aunque sé también que es ahí donde acecha la segura
amenaza de que esa calidez no durará siempre.
No sé si en lo que creo es consecuencia de
lo que me muestran los ojos o de la elaboración mental que me hace consciente que
mis ojos ven y pueden mostrarme lo que ven. La relativa objetividad que muestra
la primera opción se diluye en puro relativismo en la segunda, dada la
manipulación mental que toda elaboración supone.
Sólo sé que hoy hace un buen mal día que me hace sentir bien, y aún no sé con seguridad por qué, aunque creo intuirlo.
Por Pólux.