¡Cuán importante es la verbalización! Pareciera banal dar tanta importancia a la forma de decir las cosas como al contenido mismo de lo que decimos, pero es que la forma puede influir y modelar el contenido hasta hacerle parecer otro.
He sido testigo de acaloradas discusiones en las que ambas partes decían lo mismo, pero lo verbalizaban de forma que parecían querer decir cosas distintas.
Pero no sólo la verbalización, también la gesticulación, el tono, la mirada, la actitud que mostramos con todo ello, forma parte de la apreciación que va tener el otro de lo que le decimos.
Un tono resuelto, sin exageraciones y apacible, junto con una actitud conciliadora y comprensiva, previenen una actitud igualmente comprensiva en nuestro interlocutor, creando con ello un clima de predisposición al entendimiento.
Un mal gesto, una mirada inquisitiva, un tono displicente y desabrido, pone al otro en guardia, a la defensiva, en definitiva en una actitud que en nada facilitará la comunicación y la comprensión.
Por ello hay quien discute con todo el mundo, o quien se enfrenta siempre con el público a quien debe atender. Hay quien usa en su defensa esa frase de "yo tengo que decir siempre lo que pienso, no me puedo callar, aunque le moleste a quien se lo diga". Mal empieza porque, sin saberlo, está levantando el hacha de guerra, y eso se percibe rápidamente. Quien usa ese argumento de no poder callarse, ¿acaso aguantaría que los demás le dijesen de igual forma todo lo que piensan de él? La experiencia me dice que no.
Por Pólux.
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