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No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

sábado, 26 de abril de 2014

LO INCOMPRENSIBLE Y DIOS.

Uno de los argumentos que en muchas ocasiones hemos escuchado esgrimir a favor de la existencia de Dios es la maravillosa, compleja e inexplicable funcionalidad del cuerpo animal.

Pongamos por ejemplo el cuerpo humano. Un sistema circulatorio de sangre para repartir nutrientes por todo el cuerpo, con millones de ramificaciones microscópicas, sistema arterial, sistema venoso de retorno... Las proteínas que construyen nuestro cuerpos, tan variadas y funcionales. Millones de neuronas interconectadas por las microscópicas sinapsis, a su vez un mundo de modificaciones químicas y eléctricas para transmitir una señal, neurotransmisores que regulan esa señal, recaptación que regula los neurotransmisores, "sensores" químicos que regulan la recaptación, potenciales de activación que regulan los "sensores", moléculas químicas que regulan los potenciales de activación...La célula, con los orgánulos citoplasmáticos que la independizan, y el núcleo, verdadero corazón de la célula, con los cromosomas donde se encuentra el secreto de la vida, el ADN (ácido desoxirribonucléico), guardián del código genético, hoy descifrado pero no por ello totalmente comprendido, compuesto por la doble hélice de bases químicas entrelazadas por puentes de hidrógeno, sólo cuatro bases, las famosas Adenina, Citosina, Guanina y Timina. Tamaña complejidad con sólo cuatro bases, todo un logro de ingeniería del que nuestra mente no sería capaz hoy día. Los distintos órganos, hígado, riñones, corazón, pulmones, etc., y glándulas, trabajando al unísono de forma interconectada e interdependiente. Y podríamos ver uno por uno el funcionamiento interno y la autorregulación de cada órgano, de cada músculo, de cada poro de la piel, de cada célula, para descubrir el fascinante misterio de la vida. Es difícil ver en la evolución la única causa de tan completa ingeniería.

Comprendemos la tentación de encontrar en todo ello un argumento a favor de un Creador capaz de realizarlo, aunque entendemos que no es rigurosamente necesario. De lo incomprensible y misterioso sólo sabemos que nada sabemos. Vivimos y coexistimos todos los días con multitud de cosas que nos son incomprensibles y misteriosas y no nos lo planteamos. El motivo o la causa por la que cuando nos acercamos a la puerta de unos grandes almacenes ésta se abre sóla al detectarnos, puede ser desconocida y misteriosa para muchas personas, pero conviven perfectamente a diario con ese misterio. Nos podrán ustedes a ello argüir que no saben la causa concreta pero saben que tiene una causa, justo nuestro argumento que hace innecesaria la idea de Dios: no sabemos la causa de la complejidad del cuerpo humano, pero debe haber una causa que, simplemente, nos es desconocida. A lo que también ustedes nos podrán decir que esa causa desconocida es Dios. O no. Una causa desconocida es lo desconocido, lo incomprensible, allá donde nuestra mente, al menos por ahora, no llega. Dios es algo concreto, una causa determinada con señas de identidad. Pero nosotros no vemos la relación entre la causa ignorada y desconocida y Dios. Para nosotros son dos cosas distintas y se puede vivir perfectamente aceptando cualquiera de las dos. Lo desconocido nos hace vivir aceptando límites que no comprendemos, Dios nos hace vivir aceptando también un límite, sólo que en vez de llamarlo incomprensión le llamamos Dios.

El siguiente paso sería discutir sobre esa falta de diferencia que argumentamos entre los desconocido y Dios, lo que nos llevaría a hablar de la definición de Dios, sus atributos (toda una teodicea) y analizarlo con nuestra corta mente racional. Sean las que sean nuestras conclusiones siempre nos podrían aducir que provienen de la propia limitación de la razón de la humana, incapaz de comprender totalmente a Dios.

Lo desconocido no se puede ni demostrar ni negar, de ahí la polémica que suscita hablar de lo desconocido, sólo caben teorías. Y para nosotros Dios entra dentro de la categoría de lo desconocido. Al menos no tenemos experiencia de él.

Por Pólux.


viernes, 25 de abril de 2014

LA CULTURA DEL REFRANERO.

"Dios aprieta pero no ahoga", "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", "para dormir bastante la barriga tirante", "de los cuarenta para arriba no te mojes la barriga", no hay más socorrido que un día tras otro, lo que no se hace hoy mañana tampoco", "no hay mal que por bien no venga"...,  dicen los refranes.

El refranero es un compendio de saber y experiencia popular, por eso siempre nos admira lo cierto de sus contenidos. Sigue la siguiente fórmula: "Refranero =  experiencia + sentido común".

Pero los cambios rápidos en las costumbres y la adopción de nuevos métodos para almacenar y acceder a la información parecen incompatibles con la supervivencia del refranero. No es que vaya a desaparecer, que no lo creemos, pero su uso parece restringirse cada vez más.

No hay más que observar y comparar como manejaban el refranero muchos de nuestros mayores y como se maneja hoy. Hemos conocido a personas que prácticamente hablaban con el refranero, que es mucho más amplio de lo que podemos imaginar.

Es un bien cultural como otros, pero parece que la cultura sólo se ciñe a lo "política y socialmente correcto", y el refranero ni está de moda ni tiene muchos valedores como otros campos.

En fin, "mañana será otro día".

Por Cástor y Pólux.


jueves, 24 de abril de 2014

LA REALIDAD DEL I.R.P.F.

Y ahora, encima, la declaración de la Renta (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas -I.R.P.F.). Sí, somos personas físicas, no porque Aristóteles, Galileo, Paulov (o Pávlov), Darwing o Einstein, entre otros, perfilaran ese concepto, sino porque lo dice Hacienda, y eso sí que va a misa.

Podremos discutir sobre el cuerpo y la mente o el alma, los reflejos condicionados, la evolución de los seres vivos o sobre las leyes físicas que gobiernan el universo, y seguramente llegaremos a distintas concepciones y consideraciones, pero si hablamos de Hacienda se acabaron las disputas, opiniones e interpretaciones. Todo, absolutamente todo, queda aunado ante los criterios de la Hacienda Pública.

Einstein relativizando conceptos absolutos de toda la vida y viene Hacienda ahora y te dice que de relativo nada, que los criterios están muy claros y son, simplemente, los suyos. A Aristóteles, estamos seguros, se le quitarían las ganas de reflexionar en la campaña del I.R.P.F., pues, salvo que tuviera un asesor que se la hiciera, estaría totalmente concentrado en no equivocarse a la hora de hacer la declaración.

Todo puede ponerse en duda, todo, salvo la cantidad a pagar, si es el caso (siempre es el caso, pues si no directamente, a través de Impuestos como el IVA ya pagamos), en la declaración de la Renta. ¡Ya tenemos una verdad absoluta!

Por Cástor y Pólux.


miércoles, 23 de abril de 2014

FUTURO EVOLUTIVO.

¿Ha cambiado tanto nuestro modo de vida en los últimos, digamos, quinientos años? Básicamente somos los mismos y funcionamos de igual manera, sólo que algunos aspectos de la vida se han vuelto más complejos, y los útiles de los que nos valemos más desarrollados. Pero seguimos teniendo los mismos defectos y las misma virtudes, sigue habiendo gente más y menos espabilada, aprovechados, pendencieros, altruistas, trabajadores...

Pero nuestra evolución genética está ahí, operando y funcionando lenta e irremisiblemente, a su ritmo. Y no habrán de pasar muchos quinientos años más ante de que esa evolución sea patente, como ya lo ha sido desde los primeros homínidos hasta hoy.

¿Hacia dónde nos lleva esa evolución natural? El camino cada vez lo marcamos más nosotros mismos, convirtiéndonos en una novedad evolutiva: un animal capaz de producir los cambios que él mismo decida. Tenemos el futuro tan abierto que da vértigo.

Por Cástor y Pólux.


martes, 22 de abril de 2014

UNA MIRADA DIFERENTE.

Afrontamos los problemas en la forma que nos han enseñado a hacerlo. Reflexionamos conforme a las pautas que hemos aprendido. En realidad pisamos donde ya otros han pisado y vemos en la forma en que otros han mirado antes.

Pero las cosas pueden hacerse de otra forma, aún cabe abrir nuevos caminos, pero para ello se ha de tener una mirada diferente, nuestro pensamiento ha de ser crítico. Hemos de ponerlo todo al revés antes de dar por finalizado un análisis o una reflexión, y para ver las cosas al revés hay que tener imaginación, capacidad, ganas... hay que ser ante todo crítico,  ser capaz de mirar con otros ojos, de forma diferente y nueva.

Y ¿cómo hacer todo eso? Pero antes, ¿queremos mirar de forma diferente?

Por Cástor y Pólux.


lunes, 21 de abril de 2014

DECIR LO QUE PENSAMOS.

¿Por qué tantas veces no decimos lo que de verdad pensamos? Quien tenemos delante lo hace, ¿por qué nosotros no? Generalmente por falta de seguridad en nosotros mismos, pues tememos que puedan rebatir nuestras ideas o que puedan parecer vanas.

Tememos, solemos temer demasiado, y ¿qué tememos?. En verdad nada pueden hacernos si nada nos importa lo que puedan pensar de nosotros. Nuestras ideas son tan válidas como las de cualquiera, lo peor que puede pasar es que nos demos cuenta que las de otros están mejor argumentadas y acabemos por aceptarlas en lugar de las nuestras, es decir, lo peor que nos puede pasar es que acabemos dando la razón a otro y rectificando nuestra idea. Y eso es de lo más loable, todo un ejemplo de tolerancia, respeto y capacidad de reflexión. Y eso es lo peor que nos puede pasar.

Pero la realidad que tememos es que lo peor que pueda pasar es que no sepamos defender nuestras ideas, que no sepamos qué argumentos son más válidos, que quede patente nuestra debilidad.

Al final todo es un problema de seguridad en uno mismo. Nuestro verdadero temor es mostrar inseguridad. Tal vez no debiéramos pensar tanto en ello y lanzarnos de lleno a la vida, a aceptar tanto nuestra fortaleza como nuestra debilidad y a aprender que no nos importe tanto mostrarnos y equivocarnos, pues nada puede pasarnos por ello más que las consecuencias de nuestros propios temores.

Hemos de aprender a mirar de otra forma, a entender que la vereda ya marcada de tanto paso no tiene por qué ser el mejor camino, aunque nadie nunca antes lo hay puesto en duda.


Por Cástor y Pólux.


domingo, 20 de abril de 2014

FACEBOOK, JOSÉ Y LA REALIDAD.

Antes de amanecer una fuerte tormenta nos amenaza con lluvia y viento en nuestra atalaya. Pero como todo, pasa. Aunque el día no parece que vaya a ser mejor.

El 31 de marzo de este año 2014 publicamos en nuestra página de FaceBook "Obtentalia" (https://www.facebook.com/Obtentalia) una reflexión que hicimos en el blog el 19 de septiembre de 2012 titulada "El presente, nexo con la realidad" (ver pulsando en el título), que trataba sobre vivir el presente y el ahora. Ese mismo día 31 un amable seguidor, José Álvarez, nos hizo el siguiente comentario: "Entonces, ¿Por qué se critica siempre a los que sólo viven el presente? Léase el cuento La cigarra y la hormiga".

La falta de tiempo ha impedido que contestemos a José en su momento, pero, como dice el refrán, más vale tarde que nunca, así que la contestación a su comentario-pregunta será objeto del artículo de Pólux que publicamos hoy, que contestará en nombre de los dos, y que lleva por título "PRESENTE Y REALISMO" (podéis acceder pulsando en el título del artículo, pasando con el ratón a la entrada inmediatamente anterior a esta, desde la página "El comentario de Pólux" o desde "Últimos contenidos").

La última semana no hemos puesto en nuestra página de FaceBook contenidos del blog, y es que el tiempo siempre juega en nuestra contra, pero procuraremos en lo posible solventarlo.

Os dejamos el enlace a un curioso artículo en otro blog sobre la realidad y lo real, donde se definen y clarifican esos términos, que a veces no usamos con propiedad: "¿Qué es la realidad?".


Por Cástor y Pólux.


"PRESENTE Y REALISMO", POR PÓLUX.

PRESENTE Y REALISMO.
Por Pólux (20/04/2014).


Como parte de la entrada que hicimos Cástor y Pólux el 19 de septiembre de 2012 en este blog, "El presente, nexo con la realidad", escribimos lo siguiente:

“El ahora es la mayor y más poderosa arma que tenemos para actuar en el mundo, modificarlo y mejorarlo -y también empeorarlo-. Cada instante es único y juega a nuestro favor, pues constantemente nos da la posibilidad de mejorar y superar limitaciones. De hecho el presente es lo único que tenemos, pero es también todo lo que necesitamos, es el mayor don. Vivir a gusto es el mejor regalo que podemos hacernos, por eso es tan importante estar en paz con uno mismo. El futuro es ensueño, el pasado inútil recuerdo, y el presente nuestro único nexo con la realidad.”

El 31 de marzo de este año 2014 publicamos ese contenido en nuestra página de Facebook también llamada Obtentalia, y José Álvarez nos hizo el siguiente comentario: “Entonces, ¿Por qué se critica siempre a los que sólo viven el presente? Léase el cuento La cigarra y la hormiga.”

En el presente artículo intentaré contestar a José según mi forma de entender las cosas, que es la única que tengo.

El término “vivir el presente” puede usarse en muchos sentidos. Veamos dos, primero el de más uso tal vez, y segundo el que justifica nuestro uso del término.

Puede entenderse como forma de vida, en la que lejos de importarnos el futuro nos volcamos en el presente e intentamos disfrutarlo. Es el sentido al que hace alusión la fábula de La cigarra y la hormiga a la que se refiere José. Creemos que en el fondo es una postura que tiene mucho de tópico, pues la realidad es que son pocas, muy pocas, las personas que viven sin tener en cuenta su mañana, su jubilación, sus posibles necesidades futuras a medio y largo plazo. Tomando como ejemplo el aspecto económico, lo ideal sería encontrar un equilibrio entre no disfrutar nada por tal de ahorrar y asegurarnos el futuro y gastarlo todo en el presente para disfrutar todo lo posible. Lo primero nos imposibilita disfrutar de muchas cosas, lo segundo nos convierte en cigarras sin ninguna visión de futuro. En cualquier caso hay que tener cuidado con los tópicos, pues no por querer vivir el presente se “vive” más “intensamente”, cosa que a veces se da a entender, como si pensar en el futuro impidiera de alguna forma “vivir intensamente”.

El movimiento Hippie de los años sesenta, al menos en cierto sentido, sería un ejemplo de esa forma de vivir el presente despreocupándose del futuro.

Pero el término “vivir el presente” puede usarse en otro sentido. Vivencialmente dividimos el tiempo en pasado, presente y futuro. Desde un punto de vista experiencial, filosófico y psicológico nuestra única relación con el mundo es el presente, que parece transcurrir en momentos únicos que se suceden de forma continua. La mirada al pasado puede condicionarnos negativamente al estar recordando constantemente lo que ya no es, o lo que queremos olvidar, y es pura contemplación sin posibilidad de actuación, por lo que sólo puede servirnos como experiencia adquirida. La mirada al futuro nos introduce en el mundo de lo que aún no es, en la expectativa, en la ilusión o en la desesperanza. En cualquier caso es también pura contemplación sin posibilidad de actuación, por lo que sólo puede servirnos como objetivo o meta, como ideal por el que luchar. La forma más realista de afrontar el mundo, y por tanto más positiva, es centrándonos en el presente. En realidad es la única forma de afrontar la realidad, pues sólo podemos actuar desde el presente. Pero esto se convierte en una poderosa arma. Por negativo que sea nuestro pasado siempre podremos actuar en el presente de forma que a eso negativo, ya inamovible, se añadan cosas positivas, y asimismo de forma que podamos alcanzar o evitar (según nuestro criterio) las perspectivas futuras. Pero por mucho que nos centremos en el pasado o en el futuro nuestra única vía para cambiar lo que queramos es actuando, y sólo puede actuarse en el presente. A esto es a lo nos referíamos Cástor y yo en la reflexión que comentó José Álvarez.

Veamos dos ejemplos, la obsesión y la falta de realismo (aunque por motivos diferentes ambos ejemplos responden a un modelo de falta de realismo). La obsesión es una idea fija que asalta pertinazmente nuestra mente, aparece en desacuerdo con nuestro pensamiento consciente y acaba imponiéndose a éste. Pero por irreal que sea la obsesión tiene una razón de ser. Sus causas pueden ser diversas, desde un trastorno de la personalidad a un hecho traumático sucedido en el pasado. Me interesa este último caso. El hecho traumático pasado es invariable, luego la única forma de luchar contra él y oponerle cierta resistencia a la idea obsesiva que produce es desde el presente, con el realismo que sólo el momento presente puede proporcionar, pues éste nos dice que la realidad no es lo pasado, sino lo que ahora está sucediendo.

La falta de realismo suele provenir de una visión distorsionada del futuro y derivar en una visión distorsionada del presente. Eso nos crea problemas a la hora de actuar y afrontar la vida, para los que la mejor solución es una buena dosis de realismo, de presente, pues nos hablará sobre las posibilidades reales de alcanzar esa idea futura distorsionada.

Para los dos ejemplos que he puesto la psicología es muy clara: realismo, realismo, realismo (aunque obviamente no es lo único). Y el realismo sólo puede conseguirse desde el presente, pues es lo único que en verdad tenemos, nuestro único nexo con la realidad.

Y nuestro amigo José Álvarez se preguntaba “¿Por qué se critica siempre a los que sólo viven el presente?”. Esa es cuestión bien distinta a la tratada. Quien esté de acuerdo criticará a los otros y viceversa. La mentalidad en nuestro país, de clara raíces cristianas, aún reconocibles, nunca ha suscrito la idea de vivir el presente por encima de todo lo demás, pues la transcendencia de lo divino imponía una visión y un objetivo más allá del puro presente, una vida más allá del presente que conocemos. Más bien fueron corrientes más liberales de influencia externa las que crearon cierta moda del “vive el presente”, que en realidad no aboga más que por aprovechar en lo posible la vida, lo que sucede es que, como todo, se simplifica y se radicaliza, y es esta versión más simplona la que fácilmente es criticable.

Nada creo que haya de malo en vivir el presente lo más posible, pues en realidad no es incompatible con mantener ciertas perspectivas futuras, y en cualquier caso se trata de una postura personal. Pero no era de ese presente del que hablábamos en nuestra reflexión Cástor y Yo, sino, como he explicado, de nuestra relación con el mundo a través del presente, nuestro nexo con la realidad.

Sólo añadir que la idea pasado-presente-futuro me parece más una imagen de nuestra concepción y aprehensión del mundo que una realidad en sí misma, y no sé hasta qué punto la forma de analizar las cuestiones está influida y mediatizada por esa concepción de cuya realidad no estoy plenamente seguro.


Mi agradecimiento a José Álvarez por su comentario.